Alejandro González Iñárritu nos presenta una película sin historia, que abarca diferentes facetas sin ningún tipo de equilibrio ni consenso. Porque la película cuenta cuatro historias diferentes, de las cuales solamente dos tienen algo de interés. Las otras dos restantes únicamente las utiliza de relleno (cuando no hacía falta, por cierto), y no muestran absolutamente nada, de manera que el espectador se quede perplejo ante las intenciones del director.

Sólo podemos salvar las historias de la chica japonesa y los dos niños de la escopeta. La historia de la adolescente asiática refleja la situación de una joven que no se ha repuesto de la muerte de su madre, que no ha sabido aceptar la nueva realidad que se le pone en frente, que está absolutamente destrozada y carcomida por dentro, que cree ingenuamente que el placer sexual es la única salida que tiene, que no se apoya en los que realmente le quieren, y que no encuentra la obligada comunicación (es sordomuda) que le ayude a supera sus problemas. Esa historia me parece la más interesante, y termina reflejando a la perfección la sensación de soledad y abatimiento que sufre la joven, en lo que es sin duda el mejor y casi único momento extraordinario de la película. Además, se narra muy bien la sensación que sufren todos los sordomudos, incapaces de disfrutar del sonido, del ritmo, del baile. Un defecto que trae peores consecuencias de las que nos podamos imaginar. Quizás narra esta historia de forma demasiado explícita, ya que se podía haber ahorrado numerosas escenas soeces y sexuales que no aportan nada nuevo a lo que ya vemos.

La otra historia es más simple, pero al menos recoge un carácter positivo, el de reconocer que la guerra no conduce a nada, y que la violencia no puede arreglar algo que ha sido causado por violencia. A parte de eso, el film se prolonga demasiado, y no engancha en ningún momento con el espectador, que se encuentra sentado asombrado por el conjunto tan mal armonizado que está viendo. Porque Iñárritu apuesta por juntar en una sola película culturas, lenguas y acontecimientos muy diferentes, y desde luego que la mezcla no le ha salido especialmente bien. El público se quedará aturdido al observar los cambios y giros del contexto de la película (se pasa de la soledad del desierto al folclore mexicano de forma brusca y acelerada).

Por otra parte, la banda sonora (y que me perdone la Academia de cine) se muestra estridente y brusca, caracterizada por punteos de guitarra continuamente a destiempo. Tan solo en el tramo final consigue arrancar algo de sentimiento a la escena. Ni la ambientación ni el trabajo de los actores salvan a esta película del suspenso más absoluto, demostrando que no es un film recomendable.