Podría no ser una mala película, buenos actores, bien filmada, con un guión lleno de golpes bajos, lacrimógena, aleccionadora, con un mensaje cristiano manifiesto aunque bastante bien licuado; en fin una de esas cintas previsibles en las que mucha gente va a llorar con un personaje maltratado (aunque no demasiado), que propone la fe como un valor "que mueve montañas" y al final los malos no son tan malos y los buenos son buenazos, hasta ahí todo bien, el que quiera tragarse un producto de este tipo está en todo su derecho, como el que come solamente hamburguesas y papas fritas, allá él.
Lo que es imperdonable, es usar, como material de melodrama, uno (sino el peor) de los actos más aberrantes, monstruosos, innobrables, que ha perpetrado la humanidad, específicamente Estados Unidos, como ya se habrán dado cuenta me refiero a la bomba atómica que lanzaron sobre Hiroshima (después Nagasaki). Usar, nombrar simplemente, este hecho, dentro de un melodrama, que nos pone a la fe de un niño por delante, como mascarón de proa, es sencillamente IMPERDONABLE.
Cualquier cosa buena que pueda tener la película (que las tiene, no podemos negarlo) queda anulada, contaminada, destruída, por la manipulación vergonzosa de un acto que debería ser recordado, siempre, como uno de los peores ejemplos de lo que puede a llegar a cometer la maldad del hombre.
Lo que hace Monteverde, los guionistas de esta película, los actores (el inmenso Tom Wilkinson que lamento encontrar en este engendro) es sencillamente IMPERDONABLE.