Como ocurre con casi todas las series producidas por Netflix, la primera temporada está bastante bien y luego degenera.

Aquí hay dos ancianas que son muy amigas y hacen cosas. Unas graciosas y otras menos. Pero a pesar de ser ancianas, son poco adultas. En realidad son adolescentes viejas. Una es drogadicta y la otra también, pero su adicción se presenta como algo sumamente cómico.

Todo gira alrededor de los ombligos de Fonda y la otra, de modo que el resto de personajes no importan más que como excusas. El personaje de Briana, por cierto, es detestable: una maltratadora por costumbre, pero sus maltratos son presuntamente desternillantes, sobre todo cuando se dirigen a su pareja Barry. Presuntamente, digo. Luego salen los dos maridos, porque la serie tiene también como target al espectador gay.

En fin. Cansa un poco.

El mejor personaje, Nick.