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9
7,1
7.591
Drama. Comedia
En un barrio marginal y multirracial de París, un adolescente judío y un viejo musulmán se hacen amigos. Momo (Pierre Boulanger) vive con su padre, un hombre sumido en la depresión. Sus únicas amigas son las prostitutas callejeras, que lo tratan con mucho cariño. Momo hace la compra en la pequeña y oscura tienda del señor Ibrahim (Omar Sharif), un silencioso musulmán que lo observa todo y sabe más de lo que parece. Cuando a Momo lo ... [+]
6 de enero de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un drama no tiene por qué basarse siempre en cierta ampulosidad melodramática y en una carga emocional casi siempre puesta sobre los hombros de los actuantes.
Esta es una película de lo que un buen director puede conseguir con un modesto presupuesto pero con gran imaginación y una guinda en forma de un intérprete adecuado, como en este caso el actor egipcio Omar Shariff.
El argumento es de lo más dramático y podría haber resultado una película enormemente pesimista y desesperanzada, como tantas otras. En lugar de ello rebosa optimismo y vitalidad por todas partes.
Veamos... el núcleo argumental consiste en un adolescente judío que frecuenta la tienda de un musulmán casi anciano. El joven fue abandonado por la madre cuando era casi un bebé, y el padre está amargado por esa circunstancia y por otras, en las que no se incide más en profundidad, tampoco es necesario. El padre se suicida y el adolescente queda casi abandonado a su suerte. Sin embargo, el anciano musulmán decide adoptarlo y eso cambia todo el esquema dramático subsiguiente y, sobre todo, cambia la visión del mundo del joven.
Es un argumento de lo más simple, pero es llevado a la pantalla con suma delicadeza y con una sensibilidad digna de encomio. El anciano no tiene mucha vida por delante, pero la suficiente para enseñarle al casi adolescente algunas lecciones que le serán muy útiles para su recorrido vital.
Con estos escasos mimbres, pero de gran calado emocional, Dupeyron nos muestra aspectos vitales de una manera sencilla y clara, y la cinta se articula sobre la base (tantas veces mostrada en el cine de siempre) de un viaje iniciático del joven y del correspondiente descubrimiento interior de unos pocos, pero grandes y vitales significados sobre la vida y la experiencia vital en general.
Y ello lo hace sobre la base de un libro, el Corán, pero no interpretado a la manera fanática de un "legalista" (así se dice en la película, aunque todo el mundo hoy llama a eso "fundamentalismo"), pero ojo... lo mismo podría haber sido la Biblia, el Tao o el Quijote, eso es anecdótico y es algo que también se pone de manifiesto a lo largo de toda la cinta (eso sí, sabiendo leer entre líneas).
El personaje (Omar o Ibrahim) es ante todo persona, más allá de creencias, religiones o cosmogonías de cualquier tipo. Y todo ello contado de una manera no forzada. El adolescente lo irá descubriendo a través de pequeñas aventuras diarias basadas en la vida cotidiana. El punto de vista del director no tiene nada que ver con las habituales discursivas del intelectualismo francés de siempre, al contrario... me recuerda a "Los cuatrocientos golpes" de Truffaut, una forma sencilla de contar la apertura a la vida de un adolescente.
Incluso la segunda parte, la del viaje del anciano y del joven, me recuerda a las grandes películas del neorrealismo italiano, con poquísimos elementos, con un discurso narrativo sencillísimo, haciendo del paisaje un personaje más, con una desnudez expositiva elevada a la máxima potencia... y con unos resultados óptimos para tan poco equipaje.
La ambientación de un barrio parisino obrero de los sesenta es sencillamente magnífica, y la utilización de la banda sonora con canciones de la época es magistral. Evoca rápidamente aquellos años con unos simples toques (reforzados con la sintonización que hacen los actores de los transistores que aparecen en el filme).
Por otro lado, qué decir del actor principal, el inmenso Omar Shariff, logrando quizás la mejor interpretación de su carrera, elevando el tono general de la película a su máximo clímax, sólo con su presencia, su mirada y su saber estar ante una cámara.
(Sigue en spoiler sin revelar partes de la trama)
Esta es una película de lo que un buen director puede conseguir con un modesto presupuesto pero con gran imaginación y una guinda en forma de un intérprete adecuado, como en este caso el actor egipcio Omar Shariff.
El argumento es de lo más dramático y podría haber resultado una película enormemente pesimista y desesperanzada, como tantas otras. En lugar de ello rebosa optimismo y vitalidad por todas partes.
Veamos... el núcleo argumental consiste en un adolescente judío que frecuenta la tienda de un musulmán casi anciano. El joven fue abandonado por la madre cuando era casi un bebé, y el padre está amargado por esa circunstancia y por otras, en las que no se incide más en profundidad, tampoco es necesario. El padre se suicida y el adolescente queda casi abandonado a su suerte. Sin embargo, el anciano musulmán decide adoptarlo y eso cambia todo el esquema dramático subsiguiente y, sobre todo, cambia la visión del mundo del joven.
Es un argumento de lo más simple, pero es llevado a la pantalla con suma delicadeza y con una sensibilidad digna de encomio. El anciano no tiene mucha vida por delante, pero la suficiente para enseñarle al casi adolescente algunas lecciones que le serán muy útiles para su recorrido vital.
Con estos escasos mimbres, pero de gran calado emocional, Dupeyron nos muestra aspectos vitales de una manera sencilla y clara, y la cinta se articula sobre la base (tantas veces mostrada en el cine de siempre) de un viaje iniciático del joven y del correspondiente descubrimiento interior de unos pocos, pero grandes y vitales significados sobre la vida y la experiencia vital en general.
Y ello lo hace sobre la base de un libro, el Corán, pero no interpretado a la manera fanática de un "legalista" (así se dice en la película, aunque todo el mundo hoy llama a eso "fundamentalismo"), pero ojo... lo mismo podría haber sido la Biblia, el Tao o el Quijote, eso es anecdótico y es algo que también se pone de manifiesto a lo largo de toda la cinta (eso sí, sabiendo leer entre líneas).
El personaje (Omar o Ibrahim) es ante todo persona, más allá de creencias, religiones o cosmogonías de cualquier tipo. Y todo ello contado de una manera no forzada. El adolescente lo irá descubriendo a través de pequeñas aventuras diarias basadas en la vida cotidiana. El punto de vista del director no tiene nada que ver con las habituales discursivas del intelectualismo francés de siempre, al contrario... me recuerda a "Los cuatrocientos golpes" de Truffaut, una forma sencilla de contar la apertura a la vida de un adolescente.
Incluso la segunda parte, la del viaje del anciano y del joven, me recuerda a las grandes películas del neorrealismo italiano, con poquísimos elementos, con un discurso narrativo sencillísimo, haciendo del paisaje un personaje más, con una desnudez expositiva elevada a la máxima potencia... y con unos resultados óptimos para tan poco equipaje.
La ambientación de un barrio parisino obrero de los sesenta es sencillamente magnífica, y la utilización de la banda sonora con canciones de la época es magistral. Evoca rápidamente aquellos años con unos simples toques (reforzados con la sintonización que hacen los actores de los transistores que aparecen en el filme).
Por otro lado, qué decir del actor principal, el inmenso Omar Shariff, logrando quizás la mejor interpretación de su carrera, elevando el tono general de la película a su máximo clímax, sólo con su presencia, su mirada y su saber estar ante una cámara.
(Sigue en spoiler sin revelar partes de la trama)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Quizás es excesivo el mensaje y las ideas expuestas para tan pocos medios utilizados, pero el resultado es más que digno, yo diría que es excelente, propio de un cine como el francés que casi nunca defrauda.
Se ha dicho en otras críticas, que he leído por encima, que el final es apresurado o mal enfocado, respecto al resto de la cinta. No discutiré eso porque tiene su lógica y parece hasta evidente. Quién sabe si fue así por falta de presupuesto para rodar más escenas que le dieran más profundidad a ese viaje final. Sin duda requería algo más de metraje y más cuidado en el guion.
De todas formas no me parece un defecto tan grave como para despreciar el resto de virtudes que sin duda tiene la película por sí misma. Por ejemplo, a mí me encanta una secuencia del final donde aparecen unos jóvenes turcos en cualquier calle de cualquier pequeño pueblo bailando y escuchando aquella música del rock and roll de la época.
Digo que la secuencia me encanta porque, vista a día de hoy, es casi como una metáfora de la globalización, manifestada por entonces en un fenómeno como la música popular que llegaba a todos los rincones del mundo, a través de las radios, las películas o los discos de vinilo.
O esa otra secuencia en el que el baile tradicional de los derviches turcos representa la sabiduría de la vida, representada por una elevación al cielo, no como un símbolo religioso, sino como un símbolo universal del paso de un estadio (vital) a otro... y en el fondo es lo que se nos está contando, en una doble vertiente... el abandono de una vida (la del anciano) y el comienzo de otra (la del joven).
Una gran obra, en mi opinión, escrita y rodada con gran sensibilidad y cuidado.
Se ha dicho en otras críticas, que he leído por encima, que el final es apresurado o mal enfocado, respecto al resto de la cinta. No discutiré eso porque tiene su lógica y parece hasta evidente. Quién sabe si fue así por falta de presupuesto para rodar más escenas que le dieran más profundidad a ese viaje final. Sin duda requería algo más de metraje y más cuidado en el guion.
De todas formas no me parece un defecto tan grave como para despreciar el resto de virtudes que sin duda tiene la película por sí misma. Por ejemplo, a mí me encanta una secuencia del final donde aparecen unos jóvenes turcos en cualquier calle de cualquier pequeño pueblo bailando y escuchando aquella música del rock and roll de la época.
Digo que la secuencia me encanta porque, vista a día de hoy, es casi como una metáfora de la globalización, manifestada por entonces en un fenómeno como la música popular que llegaba a todos los rincones del mundo, a través de las radios, las películas o los discos de vinilo.
O esa otra secuencia en el que el baile tradicional de los derviches turcos representa la sabiduría de la vida, representada por una elevación al cielo, no como un símbolo religioso, sino como un símbolo universal del paso de un estadio (vital) a otro... y en el fondo es lo que se nos está contando, en una doble vertiente... el abandono de una vida (la del anciano) y el comienzo de otra (la del joven).
Una gran obra, en mi opinión, escrita y rodada con gran sensibilidad y cuidado.