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6
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Intriga. Ciencia ficción. Drama
Una fría noche el joven Robert (Vincent Carder) regresa a París en coche cuando, por el camino, se encuentra a una chica medio desnuda en la calle. La misteriosa joven, Elisabeth (Brigitte Lahaie), ha perdido la memoria y no sabe lo que ha pasado. Robert acaba por enamorarse de ella y, poco a poco, se verá sumergido en una espiral de sadismo y muerte. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2009
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí La nuit des traquées. Adentrémonos en sus fotogramas gélidos, en sus candorosos diálogos, en su peculiar concepción del horror; adentrémonos en su erotismo limpio, a bocajarro y “porque sí“, de bellas mujeres enfermas que se desnudan indolentes ante nuestros ojos como si eso fuera un lienzo de Degas. Conviene englobar esta sugerente y extraña película en ese reducto de la filmografía de su autor dedicado al cine más artístico, más personal, más arriesgado y difícil de clasificar.
No es exactamente una película de terror, aunque su trama dé bastante miedo. Tampoco es un tosco subproducto erótico, aunque en él habite cierta torpeza y considerable erotismo. ¿Qué es, pues? Una reflexión sobre la memoria, el poder, el amor y la muerte. Así, tal como suena. Trazada con cierta inteligencia, sí, pero lastrada por algunos vicios inmanentes a su director que debilitan la fuerza de su discurso y su pertinente resolución formal.
Jean Rollin dilata momentos dramáticos muy concretos, ya sea para desarrollar gratuitos episodios eróticos o para ampliar la sensación de ambigüedad, de desconcierto vital y moral de los personajes. Es una estrategia torpe, porque actúa en contra de los principios naturales que deben regir una narración: fluidez, claridad, decisión. A Rollin, probablemente de forma inconsciente, se le traba la lengua a la hora de dar forma al relato. Tampoco ayuda demasiado la escasa coherencia psicológica de sus criaturas; la amnesia no es una excusa, porque hay actitudes, de unos y otros, que no se contemplan bajo ningún estado mental concreto, que abocan lo narrado a un territorio vaciado de lógica y de sentido común.
Curiosamente, todo esto tampoco importa demasiado. La textura irreal de la película, la forma lacónica en que se interroga sobre la necesidad de poseer un pasado para poder vivir un futuro, es finalmente lo que concentra el interés del espectador y del propio Rollin, ajeno a cualquier sutileza pero sabiendo que el material que se trae entre manos es rico, complejo y muy proclive a una determinada visión pesimista del ser humano que se muere por explorar. Y nosotros con él.
(continúa en el spoiler por falta de espacio)
No es exactamente una película de terror, aunque su trama dé bastante miedo. Tampoco es un tosco subproducto erótico, aunque en él habite cierta torpeza y considerable erotismo. ¿Qué es, pues? Una reflexión sobre la memoria, el poder, el amor y la muerte. Así, tal como suena. Trazada con cierta inteligencia, sí, pero lastrada por algunos vicios inmanentes a su director que debilitan la fuerza de su discurso y su pertinente resolución formal.
Jean Rollin dilata momentos dramáticos muy concretos, ya sea para desarrollar gratuitos episodios eróticos o para ampliar la sensación de ambigüedad, de desconcierto vital y moral de los personajes. Es una estrategia torpe, porque actúa en contra de los principios naturales que deben regir una narración: fluidez, claridad, decisión. A Rollin, probablemente de forma inconsciente, se le traba la lengua a la hora de dar forma al relato. Tampoco ayuda demasiado la escasa coherencia psicológica de sus criaturas; la amnesia no es una excusa, porque hay actitudes, de unos y otros, que no se contemplan bajo ningún estado mental concreto, que abocan lo narrado a un territorio vaciado de lógica y de sentido común.
Curiosamente, todo esto tampoco importa demasiado. La textura irreal de la película, la forma lacónica en que se interroga sobre la necesidad de poseer un pasado para poder vivir un futuro, es finalmente lo que concentra el interés del espectador y del propio Rollin, ajeno a cualquier sutileza pero sabiendo que el material que se trae entre manos es rico, complejo y muy proclive a una determinada visión pesimista del ser humano que se muere por explorar. Y nosotros con él.
(continúa en el spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Para ello acude a un referente bastante ignoto: Crimes of the future, primerizo film de David Cronenberg. El mismo clima físico, incluso espiritual, se encuentra en La nuit des traquées, aunque difieran en el discurso (pero no en el tono del mismo) y en la organización narrativa del conjunto, más críptica, opaca y compleja en la obra de Cronenberg, aunque también más concienzuda y rigurosa, sin otorgarse caprichos exploit y sin obsesionarse en darlo todo masticado al espectador. Porque lo que verdaderamente chirría en la película de Rollin es la explicitud: en los diálogos, en las situaciones, en el mensaje que se nos pretende transmitir. El autor de Fascination tiende a poner en boca de sus personajes palabras que expliquen sus emociones, en lugar de fiarse del instinto del espectador a la hora de descifrar el caos interno y externo que éstos experimentan, navegantes a la deriva en un océano de blanco, absorbente olvido.
Que este olvido sea controlado por un complejo y oculto gabinete institucional arrastra la película hacia el terreno de la fi-ci más paranoica y sociológica. Lo que La nuit des traquées plantea, en última instancia, es una parábola sobre una sociedad contemporánea absolutamente caníbal, que encierra al ciudadano medio en un pulcro estado de normalidad recorrido por corrientes de felicidad artificial en forma de recuerdos inventados. El bienestar, inexistente, se construye a base de situaciones que nunca existieron; es el placebo que utilizan esferas de poder superiores e inasequibles para abotargar la libertad del individuo.
No es casualidad que la torre de los enfermos sea un enorme y moderno rascacielos (negro), símbolo absoluto del progreso y del poder de la sociedad occidental, y que toda la ciudad aparezca vacía o semivacía, limpia, impoluta, casi como una naturaleza muerta (al igual que en Crimes of the Future). Bajo esta maraña de ideas más o menos encubiertas, de incómodos paseos por la destrucción espiritual y anímica del individuo (con tantos puntos en común, por otra parte, con The Crazies, de George A. Romero), Jean Rollin no puede evitar dejar brotar su romanticismo analítico y desesperanzado, cerrando el relato con dos sombras que caminan -sin rumbo, casi sin conocerse- hacia ese mar blanco que evidencia la victoria del Poder Absoluto y la derrota del ser humano.
Que este olvido sea controlado por un complejo y oculto gabinete institucional arrastra la película hacia el terreno de la fi-ci más paranoica y sociológica. Lo que La nuit des traquées plantea, en última instancia, es una parábola sobre una sociedad contemporánea absolutamente caníbal, que encierra al ciudadano medio en un pulcro estado de normalidad recorrido por corrientes de felicidad artificial en forma de recuerdos inventados. El bienestar, inexistente, se construye a base de situaciones que nunca existieron; es el placebo que utilizan esferas de poder superiores e inasequibles para abotargar la libertad del individuo.
No es casualidad que la torre de los enfermos sea un enorme y moderno rascacielos (negro), símbolo absoluto del progreso y del poder de la sociedad occidental, y que toda la ciudad aparezca vacía o semivacía, limpia, impoluta, casi como una naturaleza muerta (al igual que en Crimes of the Future). Bajo esta maraña de ideas más o menos encubiertas, de incómodos paseos por la destrucción espiritual y anímica del individuo (con tantos puntos en común, por otra parte, con The Crazies, de George A. Romero), Jean Rollin no puede evitar dejar brotar su romanticismo analítico y desesperanzado, cerrando el relato con dos sombras que caminan -sin rumbo, casi sin conocerse- hacia ese mar blanco que evidencia la victoria del Poder Absoluto y la derrota del ser humano.