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España España · málaga
Voto de nachete:
5
Drama Retrato del artista austríaco Gustav Klimt, cuyos suntuosos y eróticos cuadros marcaron el estilo Art Nouveau de finales del siglo XIX y principios del XX. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2007
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una muestra perfecta de lo que considero debe ser un biopic cinematográfico: un acercamiento personal a la figura del sujeto representado que logre el milagro de ilustrar el espíritu del mismo sin por ello renunciar a la propia idiosincracia autoral del director del proyecto. Si luego resulta decepcionante (y Klimt, desde mi punto de vista, lo es), ya es algo secundario, porque se habrá superado el primer lastre que acaba perjudicando al 90% de biopics al uso: el de la ilustración comedida y convencional del objeto del biopic, un atajo seguro hacia el terreno de la hagiografía y todo lo que conlleva o suele conllevar (falta de riesgo y de actitud crítica, linealidad, omisiones biográficas injustificadas, etc.).

El muy inteligente e impredecible Raoul Ruiz ha facturado una película culta e innovadora al modo de un Peter Greenaway, esto es, un filme guiado por una lógica interna que no admite concesiones de ningún tipo, de una altura intelectual engreída pero intachable, sin miedo a jugar con saltos temporales y ensoñaciones que sitúan al personaje en la parcela límbica de lo que fue, pudo o quiso haber sido, al tiempo que se perfila con cierta torpeza el carácter del protagonista y se nos abre una ventana (pequeñita) hacia la génesis de su arte. Se hubiera agradecido que apariciones tan sugestivas e interesantes como las de Méliès o el enorme pintor Egon Schiele (interpretado por Nikolai Kinski, hijo del célebre Klaus) tuvieran más peso o repercusión en la trama, pero aún así la narración mantiene la atención gracias a la excelente recreación de la época y el culterano juego de espejos (entre realidad y ficción, entre vida y muerte) esbozado por Ruiz.

¿Cuál es el problema, pues? Para mí, la confusión del conjunto. Según avanza, los detalles que anclan el relato a la realidad se vuelven más nimios y la fantasía va ganando espacio; esto no sería un reproche si no fuera porque con ello se castra el sentido de buena parte de lo que se estaba contando, mientras otros apuntes más abstractos y secundarios le ganan la partida. Al final todo es demasiado simbólico y cargante, la íntima obsesión con Lea de Castro no se explica de una forma convincente y queda la (amarga) impresión de haber asistido a un puñado de retazos, oníricos y reales, de una vida que dejan en el ambiente más interrogantes que respuestas. Por lo demás, John Malkovich está muy bien, y los amantes de desnudos integrales femeninos tienen aquí una ocasión única para saciar su lascivia y recrearse los ojos a placer.
nachete
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