Me han engañado. Iba a ver un thriller calentorro y violento y casi termino viendo un telefilme de sobremesa con ínfulas sociales. Estas cosas no se hacen, Gary. Con lo bien que habías comenzado: un monólogo sucio en plena cara que ya deja entrever que el centro de toda la trama va a estar marcado por lo vénero, por lo sexual. Ahí la cosa promete humor soez, erotismo trash, acción seca (sin glamour que valga)... Es decir, testosterona y entretenimiento barato y directo a los bajos instintos. Pero no, tenías que tirar por el cine de denuncia. Y tampoco, porque no es eso, es un thriller con coartada social. O vete a saber.

Ese es el mayor problema de .45, que no sabes de qué palo va. A veces parece que va en serio y a veces no. A veces parece un drama con todas las de la ley y a veces un ejercicio de suspense marcado por los juegos de poder y la reivindicación de la mujer. Y todo con insertos documentales que no aportan nada o, lo que es peor, que presagian una tragedia griega acojonante que termina quedándose en agua de borrajas. Una nadería.

El film de Lennon falla por algo esencial, indefinición aparte: no respeta la idiosincrasia de sus personajes. De hecho los pisa según le conviene, matando cualquier mínimo de credibilidad que quisiera aportar a la película. La primera media hora convence, incluso cuando deriva al drama mantiene parte de su interés, pero todo lo que pasa después es un disparate absoluto, rematado por un final que provoca ira y vergüenza ajena. Salvo de la quema el trabajo de Milla Jovovich, porque sí, porque me encanta esta tía, me pone, me fascina. Y creo que es una buena actriz que aquí hace lo que puede y lo hace bien, aunque lo absurdo de la historia le haga perder pie en algún que otro momento clave.

Lo mejor: Milla Jovovich.
Lo peor: duele ver cómo se hunde en la miseria una película que prometía tanto.