Guy Ritchie vuelve a su zona de confort, a su cine, al gamberrismo inglés. Y lo hace con un estilo más sobrio y clásico que de costumbre, sube un escalafón en la élite de la mafia y nos regala un fabuloso cuento de drogas, traiciones y poder.

La narración es ágil y juguetona, Hugh Grant (mi personaje favorito) no sólo da una clase tremenda de interpretación sino que también hace de un dicharachero narrador. El cuento que relata es un péndulo temporal que va y viene, que se reescribe, que juega con el espectador haciendo que todos los finales que imaginemos sean posibles. Un abanico tan amplio de circunstancias que no da pie a previsibilidad.

En definitiva; una historia entretenida y bien contada que viniendo del cineasta británico hace que sea un goce asegurado.