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Argentina Argentina · Mar del Plata
Voto de klinki:
10
Ciencia ficción. Drama Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todopoderoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre ... [+]
16 de octubre de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El futurismo de hoy es el pasado del futurismo de ayer. Heráclito observa­ba que los que duermen habitan mundos separados mientras que los que están despiertos, el mismo. Y mi querido com­patriota Macedonio Fernández apuntaba que no toda es vigilia la de los ojos abiertos. ¿Qué puedo agregar? Ah, sí. La reflexión de Macedonio va mucho más allá de la simple constatación factual del griego. Expone de manera sutil —inusual tratándose de un argentino, dicho con todo el respeto que me merezco— una raíz compleja: que nuestro estado de vigilia no involucra necesariamente a la conciencia. Desde una perspectiva ontológica la conciencia es propia del ser-para-sí, que quiere decir que las personas trascendemos las cosas (el ser-en-sí) gracias a nuestra subjetividad, la conciencia, un paso adelante en la cosa que también somos, cuerpos entre otros cuerpos como una piedra o un teléfono celular. El estado de “ser seres conscientes” que ostentamos los humanos en exclusiva, es una capacidad potencial que nos permite leer y predecir la realidad. Así, si plantamos una semilla podemos representarnos su futuro como árbol; si tengo sexo con una mujer, tanto ella como yo, podemos representarnos su futura maternidad; si su marido nos apunta con un revólver también representamos nuestro futuro como cadáveres. Ahora, si nosotros apuntamos a un perro con una escopeta de dos caños, el perro sigue moviendo la cola como si nada. Bueno, más o menos el concepto de la imagen que transmite Macedonio con tan poética síntesis viene a decir que podemos permanecer dormidos aunque estemos despiertos. ¿Se entiende? Yo no mucho.
El futurismo de hoy, salvo conta­das excepciones, es apocalíptico fuera de la esfera de responsabilidad humana, con­virtiéndonos en meros receptores potenciales de catástrofes futuras ab­solutamente ajenas a nuestro devenir histórico. Invasiones alienígenas, dioses vesánicos, cuerpos celestes aproxi­mándose a la Tierra, humanos mutantes por contacto accidental con elementos cósmicos, et cétera, originan el escenario “natural” de las nuevas fantasías futu­ristas de modo fortuito. Casual pero no causal.
En cambio, la metrópolis de Lang está inficionada de responsabilidad hu­mana, desde la mitad que vive trabajan­do esclavizada en las profundidades para financiar el Jardín de las Delicias de la otra mitad parasitaria que vive en la su­perficie hasta el propio Joh Fredersen, personificación de la ambición capitalis­ta, que dirige y ordena la existencia de los metropolitanos en su conjunto. La ciencia, encarnada por C. A. Rotwang, el genio loco que inventa máquinas y me­canismos de dominación, lejos de ser neutral, es parte primordial del sistema y tan humanamente responsable como el resto de los estratos sociales que lo con­forman. El apocalipsis descripto en Me­trópolis no contiene ningún elemento extraño a nuestra condición. Y a un siglo de su lanzamiento el mensaje que postu­la continúa vigente. Ser libres implica dejar de dormir despiertos y tomar con­ciencia de la realidad en la que estamos inscriptos para poder representarnos un futuro mejor.

El imperio es una satisfacción que se debe preferentemente a los esclavos. Sicum dixit Antonio Machado.

Del libro "100 días de cine", Igor Sergei Klinki, 2013
klinki
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