Es una de esas películas llena de un absurdo absolutamente delicioso. Leconte crea una atmósfera romántica y burlona llena de ironía. La fotografía es elegante y la música exótica, te ambientan de tal forma que incluso en la parte que se desarrolla en Turquía casi podía percibir el olor a especias en la calle. La química entre los actores es sorprendente y si no atentos a la mirada profunda de Auteuil posada en la Paradis. Una película que pasó sin pena ni gloria por las carteleras y por los palmarés y que a mí me encantó desde la primera vez que la ví por casualidad en televisión. Es una pequeña joya para la gente que disfruta de los diálogos ingeniosos y que conecta con el absurdo del cine de Leconte.