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Voto de claquetabitacora:
8
Drama Adonis Johnson no llegó a conocer a su padre, el campeón del mundo de los pesos pesados Apollo Creed, que falleció antes de que él naciera. Sin embargo, nadie puede negar que lleva el boxeo en la sangre, por lo que pone rumbo a Philadelphia, el lugar en el que se celebró el legendario combate entre su padre y Rocky Balboa. Una vez allí, Adonis busca a Rocky y le pide que sea su entrenador. A pesar de que este insiste en que ya ha dejado ... [+]
17 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película más normal no puede empezar. Un correccional de menores y en medio de la sala niños conflictivos peleándose entre ellos. Tan sólo eso. Dos críos con un montón de problemas sobre los hombros son separados y devueltos a sus respectivas celdas. Estamos de vuelta de todo y eso no deja una impresión remarcada en el espectador. Pero deja una base de fondo a largo plazo que irá ligada de por vida al personaje que interpretará Michael B. Jordan, el hijo bastardo de Apollo Creed: luchar, simple y llanamente. Golpear a la vida, golpear al adversario, golpear a la derrota, darle estopa al pasado, derribar el ego de uno mismo, dominar al presente y conquistar el futuro ante la diatriba de que estamos ante una situación incierta pero esperanzadora a fin de cuentas.

A pesar de un sobre esfuerzo por querer emanciparse de la saga que le precede la película que contemplamos no puede evitar ser considerada como la séptima parte de Rocky. Todo cuanto acontece en su interior es un ciclo que se abre camino intentando marcar las pautas para empezar una nueva saga pero sin dejar ni por un segundo las referencias a todo lo que ha acontecido en las seis partes anteriores. A poco que uno entorne los ojos y mire al pasado puede ver las constantes vitales de la primera parte, la que hizo girar el mundo de lo positivo y conseguir el sueño americano a base de golpes y deseos de buen héroe anónimo. Rocky, el icono, es una forma de vida en sí misma. Aunque esté retirado del cuadrilátero, aunque colgara los guantes hace tiempo y decidiera dedicar el resto de su vida a llevarla de una forma mucho más calma, ajena a los guantes y regentando su pequeño restaurante el boxeo, sea como sea, corre por sus venas. Porque cada situación acontecida en esta nueva entrega guarda una pequeña impronta y una seria relación con episodios, situaciones y vivencias de todo lo que vivió Rocky como boxeador.

Tan sólo hay que fijarse que vaya donde vaya la cámara él está ahí, ya sea como recuerdo, ya sea como objeto de veneración o como escuela de la vida. Rocky, como personaje, es una constante en sí mismo. Y Stallone, que es un tipo listo, lo sabe. Detrás de unos músculos trabajados, perfectos para un cine de acción que ya no existe pero que sigue dando coletazos. hay un cerebro activo y un alma sensible. Y no hay mejor forma de seguir en la cresta de la ola que perpetuando lo que te hizo grande pero dejando paso a los nuevos. De ahí que el discípulo se convierta en maestro, el alumno pase a ser el mentor, el boxeador pase al otro lado del ring reconvertido en instructor y consejero. “Creed. La leyenda de Rocky” es una alegoría a que el pasado nunca se va, nunca abandona, siempre vuelve y lo que creías desaparecido puede regresar aunque sea de otra forma. En uno de los momentos más acertados que tiene la película podemos ver a Adonis contemplando un cuadro sobre un combate entre Balboa y Creed. La cámara tiene a bien mostrar el plano desde una perspectiva mucho más clara y concreta: la posición de los dos actores. Sylvester Stallone y Michael B. Jordan se colocan frente a frente, en la misma posición en la que estaban Balboa y Creed. Una muestra sutil pero concisa sobre cómo podemos cambiar, envejecer y dejarlo todo atrás pero son las nuevas juventudes los que quizás nos obliguen a volver aunque ya no estemos para los mismos trotes que antaño.

Ryan Coogler es el director de este nuevo acercamiento al universo Rocky. Y lo cierto es que ha sabido hacer dos cosas de una forma que casi todos creíamos imposible: complacer a las generaciones pasadas que aplauden y reverencian la saga como un estilo de vida y atraer a las futuras que ni sabían que existía un púgil de apellido Balboa ni mucho menos que esta película tenía que ver con ello. Pero la cosa va más allá. Va incluso al corazón. No a las emociones, que también, sino al centro, al meollo, al origen de la ecuación de una forma respetuosa pero queriendo marcar su camino, su estilo, sus reglas. En sí eso es de lo que trata esta historia. El no estar a expensas de un legado, de un rey, de un icono. No ser una sombra sino un sucesor y desde luego su película lo consigue. Por muchos motivos y razones. Es cierto que sigue las pautas de la primera entrega pues un anónimo (Adonis Johnson) requiere el entrenamiento de alguien que sepa donde encajar tanto los golpes como en el camino que uno quiere marcarse, algo que recuerda bastante al quid que contenía la obra primigenia de 1976. Ahí Rocky necesitaba a alguien que lo guiara, que lo ayudara, que lo empujara en el mejor de los sentidos para hacerse un nombre, a conseguir un entrenamiento, lograr lo que todo boxeador requiere y necesita. Y en ese espejo es ahora donde se mira el incombustible Adonis, en la figura de Balboa, alguien que puede ayudarle para convertirse en quien quiere ser sin tener que estar pegado a un legado que quizás él no desea.

La historia bucea un poco más por la sencilla razón de que el protagonista comprende que Rocky fue amigo y pupilo de su difunto padre y sabe que si el potro italiano lo guía puede llegar a romper la barrera de no quedarse a la sombra de un apellido que pesa, que lo arrastra y no le deja avanzar. Porque si decide darse a conocer como un Creed las comparativas van a ser la losa en el cuello. Y lo mismo sucede con la propia película. El querer ser una nueva saga, un nuevo comienzo, un nuevo camino iba a llevar el estigma de la semejanza y crítica, el miedo a no superar las expectativas y ante todo el terror a fracasar en el intento. Porque el leitmotiv que siempre ha estado sentado sobre la base no es otro que luchar, seguir, levantarse a pesar de los duros golpes que uno sufra en la vida. Y puede decirse con orgullo que “Creed. La leyenda de Rocky” marca un destino que hace suyo desde que el alumno y el maestro se conocen.


- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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