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Fantástico. Aventuras
La paz entre los seres humanos y los gigantes llega a su fin cuando éstos secuestran a una princesa. Un grupo de hombres valientes encabezados por un joven granjero intentará rescatarla... Adaptación para adultos del cuento infantil "Jack y las habichuelas mágicas". (FILMAFFINITY)
23 de marzo de 2016
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El mundo de los cuentos siempre ha sido fuente inagotable para Hollywood y sus producciones. Las razones son muchas pero la más importante es que cuentan con el caudal infinito de imaginación desbordante para concebir una película de fantasía, aventuras y demás. El cuento de “Jack y las judías mágicas”, cuento inglés de escritor anónimo, es uno de esos clásicos y eternos cuentos que expone, como sólo logran los grandes narradores, un mundo de fantasía donde gigantes, castillos, princesas, niños aventureros y demás conviven para dar como resultado la mayor de las pericias. No es la primera vez que la historia de las habichuelas mágicas ve la luz a través de la cámara. Varios títulos contienen este cuento siendo, quizás, el de “Mickey y las habichuelas mágicas” el mayor estandarte y ejemplo distintivo, el cual aunaba misterio, fantasía, aventuras, drama y siempre al servicio de una cinematografía excelente. Fue tal el caudal de calidad inyectado en aquella obra que acabaría convirtiéndose en la inspiración para todos los títulos posteriores. La razón es lógica: aquel mediometraje, el clásico número 9 en el listado del extenso currículum de los títulos Disney, era, es y será para los restos de la historia una auténtica y verdadera joya, una obra maestra de la animación.
Como antes narraba, el mundo de los cuentos siempre ha visto su personificación en las películas y el creador de Mickey Mouse siempre fue el precursor o el adalid de darles ese toque mágico, ese que acababa profiriéndole el toque Disney, ese que convierte en iconografía pura todo cuanto tocaba. Sus películas cuentan con la fórmula secreta del éxito inmediato y la cátedra necesaria para convertirse en referente absoluto. Pero fuera de los lindes de la animación no siempre ha resultado exitosa esa conjunción de cuento y acetato. Tanto es así que de la extensa lista de filmes basados en cuentos y leyendas muy pocas son las que han acabado cosechando las mieles de los loores. Pero siempre hay un antes y un después, un punto y aparte, un salto en el camino. Y ese no fue otro que “Alicia en el país de las maravillas” (2010) dirigido por Tim Burton. Hollywood no pudo contener lo que parecía convertirse en una nueva moda (para nada pasajera) de llevar al mundo del celuloide cuantos más cuentos mejor. Disney lleva ya unos cuantos años de ventaja en esas lides y sigue siendo líder supremo en el terreno. Pero está claro que ante tal caudal de bonanza económica en taquilla cualquier director de cine que se precie de serlo intentó (con mayor o menor éxito) la misma hazaña.
Aquí es donde nos encontramos. Bryan Singer, director que logró consagrarse con “Sospechosos habituales” como uno de los artífices más interesantes y cuya filmografía siempre ha estado en boca de todo crítico como alguien a tener en cuenta (más aún siendo el cineasta que mejor ha sabido entender y exponer el mundo de los X-Men) fue el encargado de llevar a, supuestamente, buen puerto las aventuras de Jack y las habichuelas mágicas. De ahí que Warner Bros. No tuviese ni remilgos ni escrúpulos a la hora de dar vía libre en cuanto a inversión económica se refiere para trasladar el mítico cuento al mundo del celuloide. Después de ver el resultado, a día de hoy, uno no puede evitar tener la sensación de que nos han dado gato por liebre o desde luego no han sabido qué hacer con el material de partida porque lo que aquí contemplamos es, ante todo, un funesto ejercicio que se encuentra desprovisto de estilo y de gracia. “Jack, el caza gigantes” no es más que otra muestra de botón donde la inventiva no está al servicio del director. Singer se encuentra desubicado, como si el cine de cuento de hadas le viniese grande, como si no estuviese seguro de lo que hacer con el producto en cuestión. Tan sólo hay que ver que no hay nada que haga reconocer la dirección de él en casi ningún momento. Tampoco es que tenga un sello distintivo como pueda tenerlo otros consagrados cuyas películas están bajo la batuta de una tónica y una dirección cerrada. Pero suele suceder que cuanto más ambiciosa se torna la propuesta o cuanto más exigente se torna la productora peor se lo ponen a quien maneja la cámara (algo que no es nuevo). Se puede decir sin miedo a equivocarse que Singer se ha encontrado entre la espada y la pared sin posibilidad de decir la última palabra al respecto.
La primera media hora es de un tedioso sopor que no logra cautivar ni enfocar un material de partida atractivo pues la historia de un humilde muchacho que logra alcanzar el mundo fantástico de los gigantes a través de una enredadera que sirve como punto de conexión entre lo terrenal con lo imaginativo es ya de por sí original pero tristemente todo sucede con la planicie por bandera. Si a eso le añadimos una pequeña introducción que cuenta con una calidad animada que causa bochorno y sin apenas fascinación, por mucho bullicio escénico que se precie, nos encontramos con una especie de introducción promocional que podría pasar perfectamente por cualquier spot publicitario de la casa Asylum. Una vez metidos en la historia los personajes aparecen, vienen y van sin mayor interés que acabar cobrando el cheque al finalizar la película como si al ser un producto mainstream no tuviese la mayor importancia el esforzarse en ofrecer una actuación con unos mínimos para resultar, en cierta medida, interesantes pues si algo debe funcionar es la química entre personaje y espectador, es una de las leyes absolutas del producto en cuestión. Los héroes siempre lo tienen más complicado pues quienes se llevan la atención son, se quiera o no, los villanos (más aún si están bajo el amparo de la fantasía). Así que dada la situación nos encontramos con protagonistas aburridos, malos con nula carisma y damiselas dignas de cualquier telenovela de nuevo cuño. Sumémosle que los gigantes no causan ni miedo, ni estupor ni fascinación.
- continúa en spoiler -
Como antes narraba, el mundo de los cuentos siempre ha visto su personificación en las películas y el creador de Mickey Mouse siempre fue el precursor o el adalid de darles ese toque mágico, ese que acababa profiriéndole el toque Disney, ese que convierte en iconografía pura todo cuanto tocaba. Sus películas cuentan con la fórmula secreta del éxito inmediato y la cátedra necesaria para convertirse en referente absoluto. Pero fuera de los lindes de la animación no siempre ha resultado exitosa esa conjunción de cuento y acetato. Tanto es así que de la extensa lista de filmes basados en cuentos y leyendas muy pocas son las que han acabado cosechando las mieles de los loores. Pero siempre hay un antes y un después, un punto y aparte, un salto en el camino. Y ese no fue otro que “Alicia en el país de las maravillas” (2010) dirigido por Tim Burton. Hollywood no pudo contener lo que parecía convertirse en una nueva moda (para nada pasajera) de llevar al mundo del celuloide cuantos más cuentos mejor. Disney lleva ya unos cuantos años de ventaja en esas lides y sigue siendo líder supremo en el terreno. Pero está claro que ante tal caudal de bonanza económica en taquilla cualquier director de cine que se precie de serlo intentó (con mayor o menor éxito) la misma hazaña.
Aquí es donde nos encontramos. Bryan Singer, director que logró consagrarse con “Sospechosos habituales” como uno de los artífices más interesantes y cuya filmografía siempre ha estado en boca de todo crítico como alguien a tener en cuenta (más aún siendo el cineasta que mejor ha sabido entender y exponer el mundo de los X-Men) fue el encargado de llevar a, supuestamente, buen puerto las aventuras de Jack y las habichuelas mágicas. De ahí que Warner Bros. No tuviese ni remilgos ni escrúpulos a la hora de dar vía libre en cuanto a inversión económica se refiere para trasladar el mítico cuento al mundo del celuloide. Después de ver el resultado, a día de hoy, uno no puede evitar tener la sensación de que nos han dado gato por liebre o desde luego no han sabido qué hacer con el material de partida porque lo que aquí contemplamos es, ante todo, un funesto ejercicio que se encuentra desprovisto de estilo y de gracia. “Jack, el caza gigantes” no es más que otra muestra de botón donde la inventiva no está al servicio del director. Singer se encuentra desubicado, como si el cine de cuento de hadas le viniese grande, como si no estuviese seguro de lo que hacer con el producto en cuestión. Tan sólo hay que ver que no hay nada que haga reconocer la dirección de él en casi ningún momento. Tampoco es que tenga un sello distintivo como pueda tenerlo otros consagrados cuyas películas están bajo la batuta de una tónica y una dirección cerrada. Pero suele suceder que cuanto más ambiciosa se torna la propuesta o cuanto más exigente se torna la productora peor se lo ponen a quien maneja la cámara (algo que no es nuevo). Se puede decir sin miedo a equivocarse que Singer se ha encontrado entre la espada y la pared sin posibilidad de decir la última palabra al respecto.
La primera media hora es de un tedioso sopor que no logra cautivar ni enfocar un material de partida atractivo pues la historia de un humilde muchacho que logra alcanzar el mundo fantástico de los gigantes a través de una enredadera que sirve como punto de conexión entre lo terrenal con lo imaginativo es ya de por sí original pero tristemente todo sucede con la planicie por bandera. Si a eso le añadimos una pequeña introducción que cuenta con una calidad animada que causa bochorno y sin apenas fascinación, por mucho bullicio escénico que se precie, nos encontramos con una especie de introducción promocional que podría pasar perfectamente por cualquier spot publicitario de la casa Asylum. Una vez metidos en la historia los personajes aparecen, vienen y van sin mayor interés que acabar cobrando el cheque al finalizar la película como si al ser un producto mainstream no tuviese la mayor importancia el esforzarse en ofrecer una actuación con unos mínimos para resultar, en cierta medida, interesantes pues si algo debe funcionar es la química entre personaje y espectador, es una de las leyes absolutas del producto en cuestión. Los héroes siempre lo tienen más complicado pues quienes se llevan la atención son, se quiera o no, los villanos (más aún si están bajo el amparo de la fantasía). Así que dada la situación nos encontramos con protagonistas aburridos, malos con nula carisma y damiselas dignas de cualquier telenovela de nuevo cuño. Sumémosle que los gigantes no causan ni miedo, ni estupor ni fascinación.
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Dejando a un lado la parte “humana” tampoco es que salgan bien parados los elementos fantásticos. Quizás sean otros tiempos, quizás vivimos en un mundo donde ya nada sorprende ni nada fascina. Ya no importa maravillar con la fantasía, convencer con la originalidad o jugar con las posibilidades que el propio género ofrece. Tristemente lo artesanal ya no interesa. Los efectos CGI han devorado todo cuanto rodea. Singer tiene en sus manos un material que porta un caudal de maravillosa sorpresa, un auténtico festín para conseguir la sensación de suspense (apto para todos los públicos asistentes) pero que prefiere convertirlo todo en una especie de capítulo de cualquier cadena televisiva sin lograr transmitir la sensación de estar contemplando un producto robusto, un producto férreo que cuente con la originalidad de productos similares.
Otro de los errores más garrafales es que el mundo de los gigantes no tiene folklore, no tiene vida, no hay un esfuerzo por ofrecer una idiosincrasia propia. Todo va a vuela pluma, a tiro hecho, como si ya lo hubiésemos visto y estuviésemos de pasada. Si bien es cierto que algún que otro momento puntual contiene algo de atractivo (la primera aparición del gigante, con cierto guiño al T-Rex de Jurassic Park o el enfrentamiento en la cocina con el gigante) no hay nada que sirva de conexión entre ellos, son piezas sueltas que no forman parte de un puzle completo. Los gigantes no transmiten, no logran enfatizar su personalidad ni su modus operandi. Todo acontece de forma entrecortada, como si no hubiese un consenso definido sobre el propio mundo de los gigantes. Tristemente no hay enfoque en los personajes, no hay un interés específico más allá de ir solventando la papeleta en cada escena sin importar darle matices, darle contrastes a las actuaciones de los personajes ni a la maldad de sus actos. Gigantes muy malos, sí, pero sin personalidad suficiente como para convertirse en auténticos reyes absolutos de la película. Gigantes gruñones pero que no logran alcanzar la iconografía exigida. Eso nos lleva a que si la parte de los humanos es blanda y tópica y la parte de los monstruos carece de estímulo visual estamos en una película vacía de contenido en cuanto a forma y fondo.
No se puede negar que la parte final es la más espectacular en lo visual, con el ojo puesto en rememorar o renovar la fastuosidad de las batallas campales del mundo de Tolkien dirigido por Peter Jackson logrando ser lo único destacable de toda la película. Pero toda esa refriega, toda esa batalla no está hecha con intención de emocionar o fascinar sino simplemente de ofrecer o plasmar el dinero invertido en esta superproducción de mecha (muy) corta y sin apenas incentivos para alguien que añora títulos con más satisfacción en el visionado y no quedarse simplemente con la sensación de estar contemplando mucho ruido y apenas nueces para el recuerdo. Pero hasta ese punto culminante, repleto de varios clímax, todo lo que llevamos de metraje es un sinsubstancia aplastante, sin nada que recordar o destacar, sin una escena, momento o diálogo que acabe habitando nuestra memoria tiempo después. Incluso la pelea entre Stanley Tucci y Ewan McGregor es plana, sin causar tensión, emoción o fascinación en la coreografía. Puede decirse que Singer ha convertido el mundo de los gigantes en una especie de atrezzo feriante muy mal digitalizado que no consigue funcionar en ningún momento, como si se tratase de un espectáculo donde se ven los hilos nada más empezar y que la forma ya viene con fecha de caducidad pues tan sólo hay que ver el diseño de los gigantes para darse cuenta que estamos ante un título feo al igual que el fondo tan sólo sirve para reafirmarme que el cine de fantasía, el de aventuras y el familiar cada vez está más al borde la extinción salvo en (muy) contadas ocasiones.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/03/21/critica-jack-el-cazagigantes-bryan-singer-2013-fi-fa-fo-funesto/
Otro de los errores más garrafales es que el mundo de los gigantes no tiene folklore, no tiene vida, no hay un esfuerzo por ofrecer una idiosincrasia propia. Todo va a vuela pluma, a tiro hecho, como si ya lo hubiésemos visto y estuviésemos de pasada. Si bien es cierto que algún que otro momento puntual contiene algo de atractivo (la primera aparición del gigante, con cierto guiño al T-Rex de Jurassic Park o el enfrentamiento en la cocina con el gigante) no hay nada que sirva de conexión entre ellos, son piezas sueltas que no forman parte de un puzle completo. Los gigantes no transmiten, no logran enfatizar su personalidad ni su modus operandi. Todo acontece de forma entrecortada, como si no hubiese un consenso definido sobre el propio mundo de los gigantes. Tristemente no hay enfoque en los personajes, no hay un interés específico más allá de ir solventando la papeleta en cada escena sin importar darle matices, darle contrastes a las actuaciones de los personajes ni a la maldad de sus actos. Gigantes muy malos, sí, pero sin personalidad suficiente como para convertirse en auténticos reyes absolutos de la película. Gigantes gruñones pero que no logran alcanzar la iconografía exigida. Eso nos lleva a que si la parte de los humanos es blanda y tópica y la parte de los monstruos carece de estímulo visual estamos en una película vacía de contenido en cuanto a forma y fondo.
No se puede negar que la parte final es la más espectacular en lo visual, con el ojo puesto en rememorar o renovar la fastuosidad de las batallas campales del mundo de Tolkien dirigido por Peter Jackson logrando ser lo único destacable de toda la película. Pero toda esa refriega, toda esa batalla no está hecha con intención de emocionar o fascinar sino simplemente de ofrecer o plasmar el dinero invertido en esta superproducción de mecha (muy) corta y sin apenas incentivos para alguien que añora títulos con más satisfacción en el visionado y no quedarse simplemente con la sensación de estar contemplando mucho ruido y apenas nueces para el recuerdo. Pero hasta ese punto culminante, repleto de varios clímax, todo lo que llevamos de metraje es un sinsubstancia aplastante, sin nada que recordar o destacar, sin una escena, momento o diálogo que acabe habitando nuestra memoria tiempo después. Incluso la pelea entre Stanley Tucci y Ewan McGregor es plana, sin causar tensión, emoción o fascinación en la coreografía. Puede decirse que Singer ha convertido el mundo de los gigantes en una especie de atrezzo feriante muy mal digitalizado que no consigue funcionar en ningún momento, como si se tratase de un espectáculo donde se ven los hilos nada más empezar y que la forma ya viene con fecha de caducidad pues tan sólo hay que ver el diseño de los gigantes para darse cuenta que estamos ante un título feo al igual que el fondo tan sólo sirve para reafirmarme que el cine de fantasía, el de aventuras y el familiar cada vez está más al borde la extinción salvo en (muy) contadas ocasiones.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/03/21/critica-jack-el-cazagigantes-bryan-singer-2013-fi-fa-fo-funesto/