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Voto de claquetabitacora:
5
Comedia. Bélico La histeria colectiva se apodera de los habitantes de las costas de California en los días posteriores al ataque japonés contra Pearl Harbor. Un submarino nipón se ha extraviado y la población teme una invasión. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2017
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia, como tal, no entiende de límites. No hay nada que se le resista y mucho menos que le impida llegar hasta el final. Desde tiempos inmemoriales no ha habido un tema que se le antojase imposible de ser parodiado. Pero según qué ejemplos a veces la oferta se antoja, cuanto menos, arriesgada y no siempre, por mucho empeño que haya en el intento, la jugada sale bien parada. En este caso Spielberg decidió apostarlo todo con su nueva película y adentrarse en un género en el cual, desde luego y a tenor del resultado, se encontraba como pez fuera del agua. La razón es muy sencilla. Se puede ser un rey tras la cámara pero si no se entiende el mecanismo de la risa uno acabará fuera de juego. Tanto es así que “1941” sería la única película en la cual el humor, el gag, el slapstick puro y duro y la bufonesca astracanada serían el eje, la forma y el fondo. Aún siendo un arriesgado ejercicio de estilo que intentaba ser algo nuevo, fresco y original no acabó resultando tal y como se esperaba para sorpresa de muchos, entre ellos el propio director. Tal es así que nunca más volvería a intentarlo y aunque muchas de sus películas posteriores tendrían pinceladas cómicas el humor no sería el género principal.

Pero antes de acabar entrando en la materia hay que conocer los elementos previos para saber cómo se construyó esta montaña rusa de hilarantes secuencias y consecuencias. Todo empezó con el interés de Spielberg por un guión escrito por dos apellidos que acabarían haciendo historia en el mundo del cine: Robert Zemeckis y Bob Gale. El libreto, que había contado con la ayuda de John Millius, otro titán del séptimo arte, estaba basado principalmente en un suceso real. Un submarino japonés, después del ataque a Pearl Harbor, apareció en la costa de California y decidió disparar contra una refinería de petróleo. Zemeckis y Gale decidieron darle un giro a la historia y convertirlo todo en una historia cómica donde un submarino japonés, quien se encuentra perdido, aparece en California y decide atacar Hollywood, la quintaesencia y eje de la cultura americana pues el cine servía como vía de escape ante una situación de tal magnitud. Destruir la meca del séptimo arte es algo que conllevaba un punto de vista transgresor y que si se enfocaba bien podía deparar una crítica ácida y mordaz dentro de una comedia negra más que interesante.

Tristemente, la película funciona muy bien como colección de set pieces o sketchs, digna de ser un episodio (alargado) del Saturday Night Live de la época pero para su desgracia queda muy descompensada en su conjunto. Le cuesta mucho mantener el tono en todo momento y sobre todo le cuesta darle una redondez convincente pues resulta excesiva en su totalidad sin saber cómo dosificar. La comedia, en cuenta gotas, resulta acertada pero en ingentes cantidades puede llegar a saturar o perder el punto de vista y la perspectiva de lo que se propone. Un año antes se estrenó “Desmadre a la americana” de John Landis y se nota, en cierta medida, cierta influencia o cierto interés de repetir el estilo de comedia desmadrada que tanto éxito (y culto) cosechó. No es casualidad que el propio director hiciese un cameo en “1941” (al igual que Spielberg haría lo propio en “Granujas a todo ritmo”). Claro, otra de las ideas que tuvieron fue contar con la presencia de la flor y nata de la comedia americana a modo de reclamo como es el caso de John Belushi, John Candy, Dan Aykroyd o el ventrilocuo Eddie Deezen entre otros. Si bien es cierto que contar con ellos es algo agradecido, sus participaciones son meras apariciones más dignas de la icónica serie televisiva que algo con personalidad propia más allá del personaje de Belushi, quizás el más recordado de todos por su alocada forma de ser (y actuar). Tampoco se puede negar que tener a Christopher Lee, Toshiro Mifune o Ned Beatty en pantalla da prestigio pero a fin de cuentas todo resulta más una mera anécdota que un valor por derecho propio.

No se puede negar que “1941” es una película arriesgada. Un enfoque bélico al cual el género no nos tenía acostumbrados. Tampoco se puede obviar que Spielberg siente un amor incondicional por la II Guerra Mundial. La fascinación que siente por el belicismo de esta contienda le hace meter toda la carne en el asador. Porque incluso siendo una comedia de grandes proporciones (una de las producciones más caras para la época) todo lo que implica guerra está rodado con pericia y ganas, con una ambientación bastante lograda. De ahí el contraste entre la negrura de los japoneses (pues la parte que corresponde a ellos es nocturna) y la blancura de los americanos (sucediendo casi todo de día). Tan sólo cuando llega la confrontación entre ambas partes sucederá todo dentro de un tablero donde noche y día acabará entremezclándose dejando constancia que todos forman parte de una loca batalla sin sentido. Pero el problema gordo, más allá de ser una comedia irregular, es que el tono conjunto es muy indefinido o no tan logrado como cabía esperar de un filme de tamaña envergadura. Lo que en un principio era una auténtica parodia o un recorte de mangas al sistema establecido de la militancia americana uno se da cuenta que Spielberg acaba cayendo en aquello que critica o parodia siendo mucho más convencional de lo que pueda parecer en principio.

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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