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Voto de claquetabitacora:
8
Aventuras Mikey es un niño de trece años que junto con su hermano mayor y sus amigos forman un grupo que se hacen llamar "los Goonies". Un día deciden subir al desván de su casa, donde su padre guarda antigüedades. Allí encuentran el mapa de un tesoro perdido que data del siglo XVII, de la época de los piratas, y deciden salir a buscarlo repletos de espíritu aventurero. (FILMAFFINITY)
29 de enero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este año hacen 30, se dice rápido. Ha dado tiempo a que me haga mayor, que me haga viejo, que la vida no sea como uno creía iba a ser y desde luego me ha dado tiempo suficiente como para darme cuenta que esa sensación de disfrutar cada segundo como si fuera el mejor pasó a la historia. Esa sensación que sólo la infancia te permite disfrutar y que sólo te das cuenta cuando te haces adulto. Podría decirse que, en caliente, la película es una más de aventuras, de chiquillos juntándose para disfrutar de las vacaciones de verano y si me apuras de juntarse en la plaza del barrio para compartir chascarrillos, risas y diversiones. Pero no, nada de eso. “Los Goonies”, la película, es mucho más triste, mucho más de lo que pueda intuirse con la portada, ese póster glorioso de todos juntos a la espera de un gran peligro y una gran aventura al mismo tiempo. Aquí nos encontramos con un flagrante caso de desahucio. Casi todos están a punto de perder sus casas debido a la especulación inmobiliaria, donde inversores y promotores quieren construir un campo de golf. En los años 80 desde luego que había pobreza, vaya si la había pero ese peligro de quedarse sin casa no era algo tan común como sucede de unos años a esta parte.

Mickey y Brand, los hermanos protagonistas de un grupo de marginados (porque de eso se compone la banda de Los Goonies), saben que les quedan pocas horas para vivir en su casa, su hogar. Lugar que cualquier crío cree la fortaleza segura de la cual nunca va a desprenderse. Pero la realidad, al menos en los primeros 15 minutos, es realmente funesta. Todo está enfocado para que descubramos que el ser más villano, el más pérfido, no son los piratas o incluso los Fratelly, falsificadores de poca monta pero asesinos silenciosos, sino el hombre de a pie, impasible ante la situación pero capaz de dejar sin casa a una familia por tal de hacerse rico. Pero no todo es tristeza. A fin de cuentas se trata de una producción Spielberg, el rey Midas de Hollywood y alguien con el ojo puesto en el cine familiar. Tampoco nos podemos olvidar que el padre de la criatura tras la cámara es Richard Donner, el señor que trasladó a la gran pantalla al mítico Superman. Aquí de lo que se trata es convertir algo corriente, algo común y accesible a cualquiera, en principio, en una gran aventura sin necesidad de recurrir a fantasías irreales y demás.

Lo que aquí se trata es de darles una oportunidad. Una forma de crearles una clase de escapismo de sus desgraciadas vidas aunque sea por unas horas. Sin ir más lejos empezando por el propio género: el de piratas. Hacía años que dicho género era algo que no era rentable para Hollywood y siempre fue asociado a ser la oveja negra de los géneros (aún quedaban muchos años para los Piratas del Caribe de Disney). Los piratas eran la peste en taquilla y acabaron aparcados en el olvido del espectador. Del mismo modo el mapa del tesoro de Willy el tuerto y el medallón acaban relegados al desván, lugar donde los trastos viejos y las reliquias familiares acaban. Spielberg y los suyos, aunados bajo el guión de alguien que entendía muy bien lo que era el cine familiar como es Chris Columbus, supieron dar con la clave. El guión de “Los Goonies” tiene como telón de fondo la esencia de las aventuras: ir a por un tesoro, sufrir penalidades, aunar las fuerzas de los amigos verdaderos, sobre todo cuando uno es pequeño, donde un amigo es un tesoro, alguien en quien confiar y que nunca te deja abandonado, villanos y esbirros, todo mezclado y agitado para acabar viviendo la mayor de las aventuras posibles. Si a eso le sumamos un monstruo deforme contamos con algo que dio pie a toda una pieza de culto (merecido) en la década de los 80.

Rodada con solvencia y con muy buen gusto a la hora de crear una ambientación prodigiosa (los decorados, tangibles, dan la sensación de estar en una atracción de parque de atracciones con un atrezzo logrado) consiguen el enfoque apropiado para una película donde el metraje está casi milimetrado. El primer tercio nos presenta un drama, no desgarrador pero sí lo suficientemente creíble como para que el espectador se involucre. Encontramos el plano de un posible tesoro de incalculable valor y pasamos al segundo tercio con aventuras en un lugar completamente desconocido (pero posible) consiguiendo que ese drama desaparezca por completo, de un plumazo. Lo que aquí importa es la aventura en su más primigenia esencia. Es en el último tercio donde confluyen las dos partes (drama y aventura) para evidenciar que son imprescindibles, para deparar un filme sentimental pero sin llegar a ser lacrimógeno y una diversión bien enfocada sin acabar siendo excesiva ni pretenciosa. Hay que añadirle que a la película se le añadió el género de terror soft. Sólo hay que ver la presentación de Sloth, casi como un monstruo junto con el cine de gangsters con la presencia de los Fratelly para luego dar paso al cine más tierno como la relación entre Gordy y Sloth, dos personajes que son objeto de burla por su aspecto físico.

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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