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Voto de claquetabitacora:
1
Ciencia ficción. Acción Utilizando la tecnología que los extraterrestres tenían 20 años antes, las naciones de la Tierra, que temen el regreso de los invasores, han colaborado en la elaboración de un gigantesco programa de defensa para proteger el planeta. Pero no es seguro que ese programa sirva para hacer frente a los avanzados e inauditos recursos de los atacantes. Quizá sólo la inventiva de unos pocos valientes pueda evitar la destrucción del mundo, que se ... [+]
14 de octubre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Roland Emmerich ha decidido sacar a la luz, 20 años después (que se dice pronto), una secuela de “Independence Day” (1996), su mega taquillazo y pieza clave que da forma lo que representa el cine para él, seguramente sus razones tendrá. Aquella mega invasión extraterrestre con la escena icónica de una nave espacial de proporciones gigantescas destrozando la Casa Blanca nunca fue una buena película, para nada, pero sí es cierto que no había nada hasta la fecha semejante al nivel de exposición en cuanto a efectos especiales, arrase y aniquilación como el juguete del director y que a su vez servía para sentar las bases de lo que ha estado dando de sí las locuras fílmicas de Emmerich, alguien quien disfruta destrozando ciudades, edificios emblemáticos como nadie y siempre con un énfasis patriótico como pocos. De ahí que siempre se le haya hermanado en más de una ocasión, al menos en intenciones, exposición y resultado, con Michael Bay. Claro, el director de Transformers siempre ha tenido mayor empaque y un estilo muchísimo más marcado y acentuado que el del director de Godzilla. También hay que añadir que en los 90 Will Smith era el rey de la televisión gracias a “El príncipe de Bel-Air” y su carrera salió disparada precisamente por pasar por el filtro Bay con “Dos policías rebeldes”. No es de extrañar que contar con la estrella mediática en las filas de “Independence Day” fue uno de los puntos fuertes. Lo redondeamos todo con la presencia siempre agradecida de Jeff Goldblum como secundario roba escenas y tenemos un título que será lo que se quiera pero se convirtió en un éxito rotundo.

Pero una cosa es que la flauta (económica) le sonara en taquilla, que más o menos el espectáculo circense estuviera bien llevado y otra muy distinta si aquella película se podía defender cinematográficamente hablando, cosa que el tiempo ha demostrado que más allá de cuatro apuntes y trazos gruesos no hay mucho que rescatar de ella dejando al margen unos efectos especiales de auténtico lujo para la vista. Sí, ver a Will Smith partiéndole la cara a un extraterrestre pudiera molar mucho pero poco más, seamos francos. Aún así aceptaremos “Independence Day” como fuego de artificio patriótico y en eso el caballo sale ganador. Tan sólo hay que recordar el speech del presidente para que todos los que le rodeaban se levantaran en armas y decidieran luchar contra el enemigo, ya fuese de aquí (o de allí). Y ya está. No habría mucho más que rescatar de ella y la dejaremos en el cajón de no volver a sacarla de ahí hasta otro tiempo pertinente, si es que lo hay. Aún así, a las duras, pudiera verse como ejercicio inocente, hasta inofensivo en su propuesta, que magnificaba aquellas películas de terror de serie B, con efectos acartonados, atrezo caduco pero que mantenía ese toque dulzón que da la nostalgia por este tipo de productos. La película de Emmerich era, por así decirlo, la hermana cool y bestia de todos aquellos tiempos menos enfáticos.

Hasta aquí todo lo que encierra la primera parte podríamos decir que sin ser nada reseñable, sin ser un título que salga a relucir en ningún listado y que es posible que hasta pueda ocupar algún puesto especial en los gustos personales de la gente bajo el encabezamiento de “placer culpable” (o guilty pleasure como dirían los americanos), no hace daño, no molesta y desde luego ha quedado en su lugar en el tiempo, ahí, en la lejanía, sin hacer señales de humo. Marchita hasta cierto punto. Pero si necesitaba una secuela no era preciso esperar tanto tiempo. Mucho menos 20 largos años para volver a contar casi lo mismo y sin un ápice de aliciente o innovación más allá del clásico “más grande y ruidosa”. Pero eso no es lo peor. Lo más grave es que calificativos como vacía, aburrida, exasperante e incluso petarda le vienen como anillo al dedo y por muchos motivos. Para empezar no hay nada que no hayamos visto previamente en infinidad de títulos similares. En los 90 cada título pretendía ser lo más original posible para dejar huella, para marcar una tendencia. Claro, en esa época también habían copias, calcos y hasta clones pero aun existiendo no eran tan malas fotocopias como este esperpento, fruto de la desidia con la necesidad imperiosa de conseguir dinero a costa de matar la originalidad. Cuando no hay una sola escena que quede en la memoria, mal vamos. Cuando no hay un solo personaje que importe, andamos por la cuerda floja. Cuando todo se basa en situaciones comunes, momentos cliché y frases rancias sin sabor ni sentido, pasamos al otro lado de la frontera. Si todo está dirigido con el piloto automático de la monotonía, casi cromática, vacía de estímulo, como si viéramos un anuncio de somníferos, entonces estamos sin lugar a dudas ante uno de los mayores fracasos del director no sólo en forma sino en fondo (tampoco es que anteriores títulos sean la panacea pero pueden llegar a conseguir el aprobado raspado).

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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