Estamos ante un claro ejemplo de que todavía quedan historias por contar, incluso dentro del contexto/conflicto de Israel, la cual se nos presentada de forma muy atractiva, con buenos personajes interpretados por estupendos actores y dirigidos con conciencia. La película funcionará a la perfección para los que disfrutan descubriendo historias interesantes y entretenidas, para los que aprecien el cine bien hecho y para los que osen a intentar buscar en el cine las dos cosas a la vez en la cartelera actual.

Dentro de un conjunto tan redondo, su primer acierto será la construcción del guión y su desarrollo, con la gran ayuda de un montaje finísimo. Su juego pasado/presente no será nuevo, pero la opción de ir revelando al espectador la verdad (el pasado) antes de que los propios personajes lo encuentren (en el presente) es cuanto menos de agradecer y nos dejará la sensación de que no nos están tomando por tontos.

Aunque este guión cometerá un fallo que nos puede dejar un sabor amargo, su último giro, el cual es devenido por el miedo o la incapacidad de dejar el guión más abierto. O tal vez esté provocado por las ganas (y la manía) de acabar con un final impresionante (como si no hubiéramos tenido bastante con la historia completa, que es durísima). Pues, a falta de diez minutos del final, la tuerca estaba tan bien enroscada que era un placer de película, pero esa manía ha provocado girarla un poco más por querer perfeccionarla y acaban por partirla.

Vuelta de tuerca de más o de menos, el film es cien por cien cine, con una impecable arranque con banda sonora de Radiohead. Brillante.