Según Wikipedia los amish son "un grupo etnoreligioso cristiano anabaptista, conocidos principalmente por su estilo de vida sencilla, vestimenta modesta, tradicional y su resistencia a adoptar comodidades y tecnologías modernas". Una de las pocas veces que esta comunidad ha asomado por el cine es Único Testigo, la primera película norteamericana de Peter Weir. Los logros, un exitazo de 68 millones de dólares recaudados y dos Oscar ganados -montaje y guión original- de ocho candidaturas -las restantes, película, director (Weir), actor (Harrison Ford), fotografía (John Seale), banda sonora (Maurice Jarre) y dirección artística-.

El reparto lo forma Harrison Ford -quien repetiría con Weir otra vez al año siguiente en La Costa de los Mosquitos-, Kelly McGillis, Josef Sommer, Danny Glover, Alexander Godunov (1949-1995), el niño Lukas Haas y el debut de Viggo Mortensen -sin frase siquiera-.

Una madre soltera (McGillis) y su hijo (Haas) -ambos amish- van a visitar a su familia de Baltimore. En la estación al niño le entra un apretón y va al baño, lugar en el que es testigo de cómo un hombre es asesinado a sangre fría por otros dos (uno de ellos Danny Glover). John Book (Ford) es el policía que se encarga del caso, descubriendo que los dos asesinos son compañeros de profesión y comisaría. Tras una encerrona en la que está casi a punto de morir, decide refugiarse con la madre e hijo en la comunidad amish. No tardan en saltar las chispas de amor entre el policía y la madre.

Peter Weir es un director siempre alabado por ser de los pocos que aún practican ese aplaudido cine clásico en el que tan bien trabaja por ejemplo Clint Eastwood. Weir tiene grandes obras como El Show de Truman y Matrimonio de Conveniencia, y también tiene otras que personalmente pienso son menos afortunadas, casi todas ellas debido a un ritmo moroso: La Última Ola, Master & Commander, Camino a la Libertad y sí, Único Testigo.

Que el argumento no engañe, Único Testigo no es una cinta de intriga, la identidad de los malos nunca se oculta ni sorprende. La peli empieza como si así fuese, pero desde que Book/Ford es acogido por los amish la película descubre sus intenciones reales, mostrarnos una historia de amor imposible entre él y la madre amish, un affaire que nunca llega a fructificar, con mucha sugerencia, largas miradas y alguna escena de baile pero sin que pasé de un par de castos besos. Entre medio un retrato de la 'apasionante' comunidad religiosa que le cobija, y alguna escena que nos recuerda que el crió ha visto un crimen y los malos están por venir. Por cierto, con lo de apasionante estaba siendo irónico.

Lo mejor, es que siendo un largometraje bajo mi punto de vista, flojo, tiene buenos momentos e imágenes bellas -como en todo el cine del director-: la parte introductoria, el violento clímax, la escena de baile o la construcción de un establo con una bonita banda sonora ochentera de Maurice Jarre de fondo, pero entre medio la verdad por impopular que sea tratándose de un clásico, más de un bostezo.