James Mangold es un director con una carrera marcada por la variedad de los proyectos en los que se han embarcado: dramas (Heavy e Inocencia Interrumpida), biopic (En la Cuerda Floja), Comedia romántica (Kate & Leopold), comedia de acción (Noche y Día), Policiaco (CopLand), Western (El Tren de las 3:10), Aventuras (la secuela de X-Men Orígenes: Lobezno para el 2013) y el thriller Identidad, sobre la que va esta entrada. Del director añadir que de la misma manera que es heterogéneo eligiendo trabajos, también lo es en el resultado de los mismos, encontrando propuestas notables y otras que no están a la altura.

En el 2003 llegaba esta Identidad, encaramándose la semana de su estreno en la primera posición del Box Office USA, si bien en el cómputo global de su explotación comercial no consiguió números espectaculares, si fueron modélicos, dando beneficios. Costó 28 millones, recaudó 90, una buena cifra, más aún viendo que no contaba con ninguna estrella de primer nivel, tampoco con muchos efectos especiales con los que llamar la atención del público. Protagonizan John Cusack, Ray Liotta, Amanda Peet, Alfred Molina, John C. McGinley, Clea DuVall, John Hawkes, Jake Busey y Pruitt Taylor Vince.

Una noche en ninguna parte, con un fuerte diluvio y todas las carreteras cortadas, diez desconocidos sin nada en común entre sí llegan a un motel de carretera en el que se alojan. Esa misma noche empiezan a sucederse los asesinatos, cayendo los huéspedes uno por uno. Un policía (Liotta) y un ex-policía (Cusack) comandan la investigación.

Identidad es como si los Diez Negritos de Agatha Christie se pararan todos juntos en el motel de Psicosis, y de repente empezaran a morir en circunstancias extrañas cual sacadas de un capítulo de Lost. Esta idea inicial está llevada de manera solvente por un Mangold que durante la primera hora presenta cada uno de los personajes (con notables flashbacks), bien caracterizados por un guión que los envuelve a todos ellos en una situación asfixiante que mantiene al espectador enganchado a la butaca. Las películas donde hay que descubrir al asesino no son nada nuevo, pero la manera de enfocarlo de Identidad durante la primera hora solo se puede calificar de sorprendente.

Además, a la trama del motel, hay que añadir otra paralela que trata sobre la reunión de un jurado para charlar sobre la culpabilidad (o no) un psicópata condenado a muerte por un trastorno de personalidad múltiple, trama que por supuesto está relacionada con los asesinatos que en el mismo momento se cometen en el motel de carretera. Solo en el tercio final ambas historias se unen para contar ese todo que es Identidad.

Es cuando se unen ambas tramas cuando empiezan los problemas de la película de Mangold, más porque llega en el momento en el que más desconcertado y con ganas de saber más se tiene al espectador con lo que pasa en el motel y los diez protas (o los que quedan). Es entonces cuando aparece un giro argumental con respuestas (algunas no muy coherentes), que hacen que lo que hemos visto durante la excelente y sobriamente llevada primera hora se desvanezca como un castillo de naipes, y nos damos cuenta de que nos han engañado, y lo peor es que el truco es muy tonto.

Después Identidad sigue, y lo hace con un clímax al uso, correcto, pero ya sin chispa ni mucha involucración por parte de como se ve. Es seguido de un horrible epílogo donde todo se ata y se resuelven los cabos sueltos. Prefiero no dar pistas, no me gusta dar spoilers, que cada uno saque su conclusión. El final no gusta, pero no masacraré Identidad por ello, el trayecto hasta ahí es ejemplar, y el desenlace aunque malogrado, se puede ver.

Una lástima, Identidad es una oportunidad perdida de crear un thriller para el recuerdo. No deja de ser una buena película, más porque tiene muchos más pros que contras, entre ellos la citada dirección, la primera parte del guión, el ambiente del motel, y la interacción entre una de las mejores parejas de policías imaginables, la formada por un siempre duro Ray Liotta y un siempre infravalorado gran actor como John Cusack.