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Voto de caballero blanco:
8
Drama Una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender), su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). A este trío se añade Otto Gross (Vincent Cassel), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oigo fantasmas en mi cantón de Suiza.
Sólo una pobre carretera sembrada de hojas llega hasta aquí.
Estudié cierta ciencia en la Universidad de mi tierra -soy un empírico-,
los años más bien felices de la escuela,
hoy los muertos me visitan.
Esta es mi historia.

Estoy en el trance de la niebla.
Creía que estaba en el trance de la vida, concepto
arquetípico inconsciente,
pero en realidad debo ser responsable de mis actos
en el siglo XX, construir un torreón,
visitar a los muertos.

Ningún hombre ha llegado tan lejos. O estado tan triste.
Hay otro mundo y no es éste, hay otro espíritu
y demonios,
y no es sólo el pasado.
Es algo más científico en el sentido de que no
lo es y causa pavor el sentimiento.

Escucho músicas lejanas en el alba de la noche.
Escribo rojos sermones para apaciguar a los curiosos
espectros.
Veo sotanas negras cubriendo decenas de ojos,
(fría intensidad en los labios)
junto al lago, afuera en plena madrugada.

Todo esto he visto, no hay una respuesta ni
las verdades llegan en lo Otro,
la Muerte no lo dice todo
no dice nada, no nos muestra el camino.

Recuerdo de pequeño,
el cielo era el espanto.
Recuerdo de pequeño,
S estaba conmigo;
aunque no había llegado.

He atrapado al duende más corrupto.
He violado un cadáver para darle paz perpetua
(había llegado a mi Orilla desde el agua).
Sigo oyendo sonidos,
los sonidos son finales.

A veces me pregunto,
¿y si todo esto es de mentira?
Y me encojo de hombros.
Y se hace de día.

Pasan las horas.
Me asomo a la ventana y aquel ruido:
¡Muertos, esperad!
Y recuerdo.
La vez que indagamos un fantasma,
S y yo,
en la buhardilla de la vieja señora Schrödinger,
porque tenía pesadillas.
"Estamos intentando alargar la esperanza, S -le dije-,
llegará un día en que todo esto ya no signifique nada"
"Tú eres el único fantasma" -contestó-.

Ahora replanto los árboles consumidos.
A cada uno le otorgo una letra;
cuando el pueblo sagrado no viene en noches sin tormenta.
Hay un anagrama que cifra el otro mundo,
hay un camino, y hay un puente.
Pero yo no los quiero.

Cuando llegue la hora todo habrá sucedido.
No habrá sido una broma, todo esto iba en serio,
pero sonreiré.
Levemente.

¡Muertos, esperad!
Ya he descubierto mi fe.
Recuerdo aquella chica,
S,
que era vecina mía,
hija de ingleses
(pero quizá sea todo mentira).

Cuando los días eran menos severos,
y la tierra estaba menos compungida;
las horas arrastraban semillas en las olas
del Leteo,
-pequeña charca que cruzar a nado-,
Y una torre blanca se alzaba construida contra el miedo,
en las espigas.
Como blanco era el vestido de S.

De noche
Yo invocaba tu nombre.
caballero blanco
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