Jason Bourne ya había sido adaptado con anterioridad (y sin mucho éxito o carisma). Pero no fue hasta la llegada de Doug Liman y Matt Damon cuando la popularidad y la calidad de la franquicia se disparó de forma justificada, influenciando totalmente el estilo y patrón del cine de acción y espías actual.
El guión no será tan potente como sus secuelas, pero es la entrega más fiel al desarrollo de sus personajes y con esos personajes alimenta una intriga y una ambigüedad realmente notable. Su ritmo también es tan contemplativo como siempre interesante, aderezado con escenas de acción ingeniosas y tensas.
La factura técnica se antoja de un tanto anticuada en comparación con la belleza formal que alcanzaría, pero de decente desde luego que no baja y contribuye al estilo frío y oscuro de la cinta.
Las interpretaciones son muy buenas, destacando a un Matt Damon que nos hace creer de verdad que él es Jason Bourne sin discusión. Si él, no hubiéramos tenido Bourne para rato.
Cine de espías realista de calidad.