No me importa tanto que la hayan vendido como la mejor película de escualo amenazante desde “Tiburón”, como que a mí me produzca escalofríos propiamente dichos. O como la mejor película de su director. Y es claramente ahí donde “Infierno azul” fracasa por completo. No es ni una cosa, ni la otra. Es otra película de tiburones más que por lo menos no hace que te duermas o te avergüences de lo que ves.
El guión da una historia nada sorprendente y mil veces vista que tiene el detalle de que se siga con facilidad. Su arranque se me antoja de pesado, por suerte su segunda mitad es más dinámica y termina por sostener la atención.
La dirección es correcta, empleando diversos medios y métodos para captar lo que la protagonista siente, así como al tiburón amenazante. La banda sonora y la ambientación resultan muy adecuadas.
Blake Lively es convincente en su papel aunque tampoco es que se marque una interpretación digna de aplauso.
En resumen, un entretenimiento veraniego que no mata aún teniendo las fauces (digitales) bien afiladas.