No me terminó de atrapar ni de convencer. Si bien es un filme que se deja ver, hay que hacer un poco de fuerza y tenerle mucha paciencia al comienzo y también pasada la mitad de metraje, en donde la trama ya no da para más.

Cale Landry Jones cumple, aunque representa al típico maniático psicópata dañado por la sociedad, tópico que ya hemos visto infinidad de veces, y hace lo que puede con un guion paupérrimo y mediocre.

Es un guion penoso, que no se termina de decidir en qué profundizar y acaba tomando el camino con más lugares comunes posibles. Estos clichés son marca registrada de la casa, porque si alguien sabe de este tema es Luc Besson, director que viene haciendo películas mediopelo hace dos décadas.

En fin, dejando de lado a los hermosos perrunos, el resto es un cascarón vacío rellenado con escenas de acción sin gracia y encima contando flashbacks innecesarios y anticlimáticos.

Solo la recomiendo si te gustan los canes, pero no esperes la gran cosa. Demasiado fantasioso todo.