Esta película es una audaz comedia que toca descaradamente temas altamente sensibles para la opinión pública actual.
Es una cinta muy entretenida y hasta "educativa" en algún sentido; una radiografía de cómo funcionan, no sólo la industria del tabaco, sino también el Estado que supuestamente debe controlarla y hasta los propios consumidores. Claro que todo ello se enmarca en un tono de franco humor negro, destacando las escenas del bar donde se reunen los defensores de otras corporaciones igualmente cuestionadas.
Aunque la idea es muy interesante, y por sí sola podría sostener la película, hay que decir que Aaron Eckhart es el pilar fundamental de este film. Desde su rostro de eterno buen tipo, hasta la forma en que expresa los consabidos argumentos de las tabacaleras, hacen del actor un muy convincente propagandista.
Sin embargo, creo que es necesario objetar el final. Sinceramente no me pareció creíble. Sin entrar en spoilers, creo que se recurrió una vez más al guiño hacia el espectador dejando de lado la realidad habitual. Y la realidad nos enseña que, para el común de los mortales (y parafraseando a la propia película), lo más importante es pagar la hipoteca.