A pesar de que el prototipo de película ya me hacía presagiar lo peor, visionar este crimen cinematográfico me ha permitido sufrir la agobiante sensación de ahogarme en una piscina llena caramelos, miel, chocolate y leche merengada. Y es que los kilos y kilos de azúcar que te hace tragar este pastelazo de dimensiones épicas no tiene perdón.
¿Queréis tópicos? Los tiene todos! No falta ni uno, mirad: chico pringado y tímido seduce a chica dulce y guapa, se casan y forman una adorable y feliz familia. Amigo feo y simpático se come los mocos y aplaude. Hermana rebelde que al final reconduce su vida y apuesta por el buen chico en detrimento del guapo malote que la hacía sufrir. Papá idílico que tiene adoración por sus hijos y al final muere (en un atracón de azúcar para el espectador). Y esperad, que falta lo mejor: el protagonista puede retroceder en el tiempo! Guau! Qué original!
Realmente ya no hay ideas más creativas para este género? Comprendo que hay que alimentar a cierto público con este tipo de basura, pero… No se puede ser algo más imaginativo? Al menos por compasión para los que, muy a nuestro pesar, nos vemos obligados a tragarnos alguna de vez en cuando.
Y todo, todo este castigo de dos interminables horas, para acabar lanzando el sempiterno mensajito de “aprende a disfrutar los detalles del día a día, ya que la vida es chachi piruli”. Chapeau!