Voy a empezar a invocar al dios de la lotería a ver si se me aparece como les pasa al matrimonio protagonista. Ni ouija ni videntes ni maldiciones ni danzas satánicas que valgan. Así, a las buenas, porque yo lo valgo. Luego claro, se les llena la casa de niñas inocentes (que agarran un sueño que ni con el Lexatin) y claro, el demonio se despierta del letargo, se revoluciona y la lía parda. Hay una que es más de cotillearlo todo que las demás, y va a por ella sin compasión.

A la pobre la vomitan encima todo lo negro y se vuelve peor que Aída Nízar saliendo en el Sálvame Deluxe.
También tenemos una monjita a la que todo lo que pasa lo ve de un natural que sorprende. Si existe Dios, existe el demonio. Claro está.

La muñeca de marras, que da un mal rollo que no veas, en vez de quemarla o mandarla a la Antártida cuando tuvieron ocasión, como hubiéramos hecho cualquiera, la encierran en un armario empapelado con hojas de la Biblia, que eso funciona a las mil maravillas como supondréis.

Un despropósito tras otro. En fin...