Cuando "Barrio" comienza te deja atrapado. Por los tres jóvenes en ese primer diálogo ante el escaparate de la agencia de viajes. Son jóvenes que quieren comerse el mundo, que creen que lo saben todo y que están viviendo su apogeo sexual. Todo por lo que alguna vez hemos pasado a la edad de 15 años.
Es tan brutal esa conversación, tan auténtica y tan bien encauzada que piensas que ante tus ojos se va a presentar una historia de enorme calado.
La interpretación excelente de los protagonistas perfectamente conducidos por el director (que ha sacado lo mejor de Javier Bardem, Luis Tosar o Candela Peña) nos escupe auténticas perlas durante todo el metraje, pero el problema que tenemos aquí es que la mujer que debía salir de la tarta no sale en ningún momento.
Por lo que "Barrio" se limita a ser una película urbana de situación, en la que van pasando cosas con mucha tranquilidad, sin prisas.
No hay una historia central claramente definida en toda la película, se van sucediendo hechos, los chicos pasan por varias situaciones, pero notamos que falta algo, esa mujer que debía salir de la tarta y darnos la sorpresa y captar nuestra atención absoluta, esa parte de intriga que está ausente en este film.

Aún así el conjunto convence por su veracidad, por su bofetada a la sociedad y a la vida en general, todo hilvanado con un guión redondo y con naturalidad, en los que hay cabida a todo, la delicuencia juvenil, la violencia de género, las drogas y todo aquello que nos cuenta Matias Prats en el telediario.

Mención especial a la aparción estelar del Windsor cuando aún estaba en pie.

Como me pasó en Princesas, he vuelto a detestar la banda sonora de una película. Fernando León de Aranoa nos vuelve a meter canciones de toque latino, hip hop español y canciones que no pegan ni con cola con la escena presentada, como el paseo por la estación fantasma de Chamberí.
Ese tema para cerrar la película evoca de todo menos un final.