Haz click aquí para copiar la URL
Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
9
Intriga. Thriller Kate Miller (Angie Dickinson), una mujer con problemas, acude a la consulta del psiquiatra Robert Elliott (Michael Caine) para recibir consejo profesional. Después tiene un fortuito y emocionante encuentro en un taxi con un desconocido, con quien ya había coincidido en otro lugar. (FILMAFFINITY)
10 de noviembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay una sola escena de Dressed to Kill (1980), o Vestida para matar, que no resulte cautivante por su composición cinematográfica. Aquí Brian De Palma se consagra no solo como el mejor seguidor de Alfred Hitchcock sino también como un autor con peso propio.

Por Nicolás Bianchi

La potencia visual, el cómo se cuenta lo que se cuenta, relega a un segundo plano al qué. El guión de Dressed to Kill no es perfecto, hay secuencias inverosímiles y varios giros en el argumento que requieren de un acto de fe. Pero como la cámara de De Palma siempre se mueve con elegancia y hasta los planos más sencillos tienen cierto grado de complejidad, las deficiencias narrativas se olvidan fácilmente. En todo momento hay más cosas para ver que lo que estrictamente se está narrando.

La película comienza con una fantasía sexual de Kate (Angie Dickinson), una mujer de mediana edad evidentemente muy insatisfecha con su vida amorosa. En la cama con su pareja no consigue saciar sus impulsos por lo que se ve lanzada a una aventura con un hombre que conoce en un museo, en una larga secuencia muda que está filmada de modo brillante. El encuentro termina primero en el asiento trasero de un taxi y luego en el departamento del caballero, donde Kate debe volver apresuradamente porque olvidó allí un anillo.

Si bien el guión puede tener algunos cabos sueltos, o ligeramente desajustados, la construcción de los personajes es perfecta. Kate, hasta ese momento protagonista excluyente de la película, es asesinada a navajazos en el ascensor del edificio de su amante ocasional, lo que dispara una investigación policial de la que participarán, o en la que se verán involucrados, la prostituta Liz (Nancy Allen), testigo a medias del crimen, el psiquiatra Robert (Michael Caine) y Peter (Keith Gordon), el hijo nerd de la fallecida, que aportará una serie de recursos tecnológicos ingeniosos para avanzar en el caso. En principio ni ellos ni nosotros, los espectadores de la película, sabemos quién es la asesina.

Tanto la secuencia del museo como la del asesinato son impresionantes y demuestran una habilidad visual comparable, por ejemplo, a la de Robert Bresson en Pickpocket (1959). No solo hay elementos de Hitchcock en el cine de De Palma aunque aquí abunden las referencias, sobre todo, a Psycho (1960), con varias escenas en las duchas y encuadres similares a los que tomaba el gran director inglés.

De nuevo lo más flojo es lo explicativo, cuando los personajes tienen que poner en palabras lo que se vio tan bien. Allí hay una serie de argumentos un tanto delirantes, seguramente a propósito, sobre el transexualismo y la esquizofrenia. Se abusa un poco también del recurso de que lo que se vio ‘era un sueño’ de uno de los personajes. Pero en ningún momento, y esto una vez más es por su potencia visual, la película deja de atrapar.
El Golo Cine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow