Media votos
6,5
Votos
822
Críticas
817
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de El Golo Cine:
7
6,2
12.576
Drama
Año 1992. Celia, una niña de 11 años, vive con su madre y estudia en un colegio de monjas en Zaragoza. Brisa, una nueva compañera recién llegada de Barcelona, la empuja hacia una nueva etapa en su vida: la adolescencia. En este viaje, en la España de la Expo y de las Olimpiadas del 92, Celia descubre que la vida está hecha de muchas verdades y algunas mentiras. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2021
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las niñas (2020) es un drama de época ubicado a principios de los 90 en el que se sigue el ingreso a la adolescencia de una alumna de un colegio religioso que también carga con dudas sobre su identidad familiar. Dirigida por la española Pilar Palomero.
Por Nicolás Bianchi
En una película meticulosa como Las niñas en la que cada escena contribuye a un significado común a todo el relato nada puede dejarse de lado. Por eso es relevante que el film abra con una escena en la que distintas niñas son tomadas en un primer plano mientras gesticulan un canto que, salvo que se sepa lectura de labios, no se puede discernir. Una monja les insiste para que sus muecas sean creíbles y luego indica quienes van a cantar y quienes van a seguir solo con la mímica.
Cuando efectivamente están por cantar la escena se corta y aparece el título. Las niñas todavía no tienen voz. O mejor, no todas tienen la voz necesaria. Quienes no alcanzan ese nivel tienen que teatralizar su participación. Es lo que se espera de ellas. Si no saben que finjan, pero que nunca abandonen el grupo, la norma. Las cosas, todas, solo pueden ser de una manera.
El relato se ubica temporalmente en 1991 y el mundo en el que transcurre es casi por completo femenino. Monjas docentes y autoritarias, madres solteras o viudas, cursos solo de mujeres en el colegio religioso. No hay ningún personaje masculino relevante, más allá de algunos extras que aparecen necesariamente en algún momento. Celia (Andrea Fandos), la niña protagonista, atraviesa dos despertares distintos. Comienza a ingresar a la adolescencia y también a tener conciencia de su situación familiar, lo que la lleva a hacer muchas preguntas que su madre Adela (Natalia de Molina) elude permanentemente.
En la primera parte Las Niñas cuenta, sobre todo, el pasaje de Celia por el sistema educativo. El punto de partida del personaje está dado por una escena en la que comparte los deberes con su nueva amiga Brisa (Zoe Arnao). Celia redacta una carta a Jesús, porque eso es lo que le pidieron, mientras su compañera la pone al día con las nuevas modas musicales. El personaje va a viajar desde ese primer espacio pacato y retraído hacia el segundo lugar, donde comenzará a experimentar el despertar sexual, los primeros consumos de tabaco y alcohol y también sus primeros labios pintados.
Pero nada es fácil para Celia. Las monjas y el colegio representan una autoridad anquilosada en el tiempo y represora que castiga con severidad hasta la travesura más insignificante. Es por eso que Palomero filma a las niñas más como si fueran internas de una prisión que como alumnas de un colegio religioso. La directora muestra también un sistema que limita y oprime a las pequeñas mujeres, el patriarcado podríamos llamarle, a través de las tapas de las revistas, los programas de televisión, las clases de educación física en las que no deben actuar como ‘marimachos’ e incluso los cantitos que las mismas niñas entonan cuando saltan la soga. ‘Soy capitán de un barco inglés y en cada puerto tengo una mujer’.
Por Nicolás Bianchi
En una película meticulosa como Las niñas en la que cada escena contribuye a un significado común a todo el relato nada puede dejarse de lado. Por eso es relevante que el film abra con una escena en la que distintas niñas son tomadas en un primer plano mientras gesticulan un canto que, salvo que se sepa lectura de labios, no se puede discernir. Una monja les insiste para que sus muecas sean creíbles y luego indica quienes van a cantar y quienes van a seguir solo con la mímica.
Cuando efectivamente están por cantar la escena se corta y aparece el título. Las niñas todavía no tienen voz. O mejor, no todas tienen la voz necesaria. Quienes no alcanzan ese nivel tienen que teatralizar su participación. Es lo que se espera de ellas. Si no saben que finjan, pero que nunca abandonen el grupo, la norma. Las cosas, todas, solo pueden ser de una manera.
El relato se ubica temporalmente en 1991 y el mundo en el que transcurre es casi por completo femenino. Monjas docentes y autoritarias, madres solteras o viudas, cursos solo de mujeres en el colegio religioso. No hay ningún personaje masculino relevante, más allá de algunos extras que aparecen necesariamente en algún momento. Celia (Andrea Fandos), la niña protagonista, atraviesa dos despertares distintos. Comienza a ingresar a la adolescencia y también a tener conciencia de su situación familiar, lo que la lleva a hacer muchas preguntas que su madre Adela (Natalia de Molina) elude permanentemente.
En la primera parte Las Niñas cuenta, sobre todo, el pasaje de Celia por el sistema educativo. El punto de partida del personaje está dado por una escena en la que comparte los deberes con su nueva amiga Brisa (Zoe Arnao). Celia redacta una carta a Jesús, porque eso es lo que le pidieron, mientras su compañera la pone al día con las nuevas modas musicales. El personaje va a viajar desde ese primer espacio pacato y retraído hacia el segundo lugar, donde comenzará a experimentar el despertar sexual, los primeros consumos de tabaco y alcohol y también sus primeros labios pintados.
Pero nada es fácil para Celia. Las monjas y el colegio representan una autoridad anquilosada en el tiempo y represora que castiga con severidad hasta la travesura más insignificante. Es por eso que Palomero filma a las niñas más como si fueran internas de una prisión que como alumnas de un colegio religioso. La directora muestra también un sistema que limita y oprime a las pequeñas mujeres, el patriarcado podríamos llamarle, a través de las tapas de las revistas, los programas de televisión, las clases de educación física en las que no deben actuar como ‘marimachos’ e incluso los cantitos que las mismas niñas entonan cuando saltan la soga. ‘Soy capitán de un barco inglés y en cada puerto tengo una mujer’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En la segunda parte se resalta la cada vez más tirante relación con su madre, algo típico de la edad de la protagonista, y sus ansias por saber por qué su familia se limita solo a su progenitora. Casi nada sabe Celia de su padre fallecido hace mucho tiempo. Es una intriga que la película no despejará por completo pero, al igual que Celia, el espectador puede intuir que la maternidad en soledad y la soltería de Adela pueden haber sido un factor de disolución familiar dentro de ese mundo.
Es ambigua, y quizás un tanto desoladora la conclusión del film. Celia ya no quiere hacer más mímicas sino tener una voz y usarla, aunque ya no sabemos si es que encontró un camino posible para ella o si finalmente fue adiestrada dentro de lo que se espera (o esperaba) de las niñas españolas en ese momento. ‘Llegan vientos desde el Sur, traen susurros de un tiempo mejor’. ¿Será?
Es ambigua, y quizás un tanto desoladora la conclusión del film. Celia ya no quiere hacer más mímicas sino tener una voz y usarla, aunque ya no sabemos si es que encontró un camino posible para ella o si finalmente fue adiestrada dentro de lo que se espera (o esperaba) de las niñas españolas en ese momento. ‘Llegan vientos desde el Sur, traen susurros de un tiempo mejor’. ¿Será?