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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
7
Drama En la localidad belga de Aalst se inicia una revuelta para protestar por las duras condiciones de los obreros de las fábricas. Cuando el religioso Adolf Daens escribe un artículo denunciando estos hechos, su repercusión es tal que no sólo acaba enfrentándose al Papa León XIII, sino también a la necesidad final de elegir entre el sacerdocio y la actividad política. (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película belga Daens (1992), del director Stijn Coninx, narra el activismo político del padre católico Alfred Daens a fines del siglo XIX, cuando el trabajo infantil, el hambre y la injusticia social reinaban en la ciudad flamenca de Aalst.

Por Nicolás Bianchi

El cuadro general dentro del que se presenta la historia de la película, nominada al Oscar como mejor film extranjero en los Oscar de 1993, está compuesto por la crisis económica de fines del siglo XIX, la primera importante en la historia del capitalismo, y un campo de ideas en el que el socialismo está en crecimiento. En el mundo de la fe, el Papa León XIII, publica en 1891 la encíclica Rerum Novarum, un documento considerado clave dentro de la doctrina social de la iglesia, en el que, muy resumidamente, se sostiene la virtud de la propiedad privada a la vez que se destaca la importancia de la justicia social. En otras palabras se trata de una crítica no revolucionaria ni incendiaria a la realidad social que generaba, por aquel entonces, el capitalismo industrial.

Coninx comienza el film de manera impactante. Entre los telares mecánicos operados por adolescentes, un grupo de niños recoge los fragmentos de algodón que caen al suelo. El trabajo es, a todas luces, sumamente riesgoso y agotador. Cuando el padre Daens (Jan Decleir) llega a Aalst se topa con un par de escenas escalofriantes. Primero un grupo de niños intenta robarle papas a una anciana desdentada, tan pobre como ellos, que camina por la calle. Luego, el cura se topa con un grupo de personas que discuten. El dueño de un carro de madera se queja porque nadie se hace cargo del cuerpo de una muchacha embarazada, que no llegaba a los 15 años, y que murió de frío la noche anterior. El hombre necesita liberar el carro para poder trabajar. Daens encuentra a los padres de la niña en la taberna, entre borrachos decadentes y burlas a su condición eclesiástica. Ambos son presos de una profunda resignación. El padre se muestra ofuscado porque a su hija le decían ‘Nini, la de la cereza húmeda’. El protagonista les facilita unas monedas y antes de retirarse dice: ‘Cómprenle un cajón, no la entierren como a un perro’.

La introducción, sumamente dura y áspera, deja instalado un ambiente de crisis social e injusticia en el que se va a desarrollar la historia. No son las únicas escenas impactantes, donde el sufrimiento de los trabajadores, en especial de los niños y las mujeres, se muestran de manera explícita. Está claro que la sutileza no es el camino buscado por el director. Su película parece inscribirse en una línea de denuncia, de cine político y social que podría compararse, por ejemplo, con la del director inglés Ken Loach. Al menos en lo que respecta a la presentación de los temas.

El camino del protagonista, tal como lo muestra la película, es el de un despertar, en el que el principal atributo de Daens es la sensibilidad para comprender qué pasa en la sociedad que lo rodea, donde es un agente externo. El padre no deja de ser un integrante de una de las instituciones que forman la elite. Se trata de un hombre culto y educado en un mundo en el que la mayoría de los obreros todavía no sabe leer.

La burguesía y los cargos jerárquicos de la iglesia están representados como villanos angurrientos unos y conservadores los otros, que no alteran su ceño ante las noticias que hablan de niños muertos entre las máquinas de las fábricas que poseen. Someter al hambre a los que trabajan es un cálculo más dentro de los posibles. Claro que estos personajes no se ensucian ya que cuentan con capataces y patotas, integradas por miembros de las mismas familias de donde provienen los obreros.

La trayectoria de Daens, que fundó un partido político en el que aunó a liberales y socialistas, no está mostrada de manera hagiográfica ni acrítica. El punto de vista de la joven Nette (Antje de Boeck), coprotagonista de la película como una de las líderes de las trabajadoras rebeldes, señala los claroscuros en la carrera del cura, no siempre presente para ayudar a los trabajadores y en ocasiones limitado por su institución original, la Iglesia. El contrapunto permanente con los socialistas, mostrado de manera un tanto rústica, sirve para terminar de encuadrar a Daens dentro de un estrecho camino, ni burgués ni socialista, un lugar que luego en el siglo XX ocuparía la socialdemocracia.

Daens resulta, en definitiva, una pintura dura de una época injusta. Un halo de desesperanza recorre al film desde el principio hasta el final. Si bien el director se podría haber ahorrado alguna de las injusticias que muestra el film, la película logra un ritmo y un espesor que pone en segundo plano algún desliz o simplificación narrativa. Coninx elige el camino del impacto y la explicitud sobre lo sutil y lo sugerido. Es una elección posible.
El Golo Cine
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