Patton (1970), dirigida por Franklin J. Schaffner, fue premiada con el Oscar a mejor película y cuenta el paso del controvertido general del título por la Segunda Guerra Mundial. En tiempos de Vietnam se presenta un personaje que constituye una oda al coraje y la guerra.

Por Nicolás Bianchi

En 1970 el conflicto bélico en Vietnam es desde hace tiempo un tema cotidiano de la discusión política en Estados Unidos, por el avance de las acciones bélicas y el envío de cientos de miles de tropas al sureste asiático. Una primera impresión posible es que Patton no es un film pacifista como otros premiados años atrás por la Academia, como All quiet on the Western Front (1930) o The best years of our lives (1946).

El general Patton (en un gran trabajo de George C. Scott) es un hombre que ve en la guerra no solo una oportunidad de trascender sino que vive los días de batalla con pasión. Es un militar romántico con un costado místico que lo lleva a creer que él es una reencarnación de un guerrero cartaginés y de un soldado del ejército de Napoleón. A la vez, su personalidad es tan inestable como llamativos sus logros en el campo de batalla.
El contraste con el protagonista está dado por el personaje del general Bradley (Karl Malden), un hombre racional y moderado, que sigue órdenes mientras busca la victoria en la guerra sin atender si su papel es primordial o secundario. Patton, además de la gloria, busca los laureles personales, en parte impulsado por la ambición pero también con el envión que le provee su costado fantástico que bordea con el delirio.
El guión de la película fue escrito por Francis Ford Coppola y Edmund H. North, que se basaron en una biografía histórica firmada por Ladislas Farago. El relato por momentos toma distancia del protagonista. Lo exhibe pero no lo enaltece. Tampoco lo juzga cuando se excede o envía a la muerte a cientos de soldados solo por intentar un avance más audaz del que se le ordena. Una escena que se repite es la de Patton condecorando, no literalmente, sino con una caricia o un beso a los soldados malheridos tras una batalla sangrienta. En paralelo se hace presente cierta intolerancia para cualquier doblez mental o psicológica, que es tildada de cobardía por el general.

El film, rodado íntegramente en distintas locaciones de España, presenta escenas grandilocuentes, en las que se destacan las batallas entre vehículos acorazados, maniobras en la que Patton se destacaba sobre el resto, y los largos desfiles de las tropas por los escenarios que se utilizan para representar el norte africano, Sicilia y la campiña francesa.

Patton no es una hagiografía porque se puede apreciar, en algunas secuencias, cierta distancia crítica. Tampoco cuestiona la pasión del personaje por la guerra, las armas y la violencia. En este sentido, no es una película que vaya en sintonía con los sentimientos de la juventud movilizada a comienzos de los 70 sino más bien con los del establishment político y social que alentaban el belicismo. Al margen de estas cuestiones, se trata de una gran producción filmada de forma brillante.

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