Prince of Darkness (1987), de John Carpenter, es una película de terror clásica en la que el director utiliza varios de sus recursos habituales para narrar la probable venida del Diablo a una iglesia abandonada en Los Ángeles.

Por Nicolás Bianchi

La secuencia que acompaña a los créditos iniciales tiene un ritmo trepidante. En seguida comenzamos a conocer a la iglesia y al cura, interpretado por Donald Pleasance, que descubre un misterioso objeto cilíndrico en el subsuelo que irradia energía. Dentro de él se cuece algo nefasto en un líquido verde y viscoso que no para de girar. En paralelo los estudiantes de la clase de física del profesor Howard (Víctor Wong) asisten a clase, flirtean y planean el fin de semana sin saber qué es lo que les espera.

En ningún momento deja de sonar la banda de sonido que como en tantas otras películas de Carpenter le da fluidez a la narración. El padre y el profesor se comunican y forman un grupo porque para lo que se avecina es necesario conjuntar a la ciencia con la fe, a la física con la teología. Al llegar a la iglesia el grupo de estudiantes nota que en la vereda vaga un grupo de indigentes que observa de manera amenazadora.

¿Los pobres son los primeros convocados por el Diablo de forma redentora? ¿Serán los más débiles y por lo tanto los más permeables a una llamada de ese tipo? ¿Son aquellos por los que nadie va a preguntar por lo que el príncipe de las tinieblas los puede utilizar como ejército? ¿O son también los que más atemorizan a los ciudadanos ‘de bien’, los que asisten a iglesias y universidades?

Por los factores que sea, una legión comandada por un mendigo interpretado por el roquero Alice Cooper comienza a rodear a la iglesia, provocando en los personajes situaciones similares a las que Carpenter había mostrado en Assault on Precinct 13 (1976). Los pandilleros de Los Ángeles de entonces son ahora vagabundos silenciosos pero igual de determinados para causar el mal. Y además tienen entre las manos insectos, muchos insectos muy desagradables que también comienzan a aparecer dentro de la iglesia.

En esa búsqueda constante de crear algo nuevo mientras en el camino se plantan las autorreferencias Carpenter hace que, ni bien unas gotas de líquido verde salen del macabro recipiente, infecten a uno de los investigadores para que la película entre en una secuencia al estilo de The Thing (1982), donde no se sabe quién está infectado, quién lo tiene y quién no. Así los estudiantes y científicos comienzan a caer. Dentro de ellos se destacan la pareja recién formada por Marsh (Jameson Parker) y Catherine (Lisa Blount), y el simpático Walter (Dennis Dun), el alivio cómico al que en muy contadas ocasiones recurre la narración.

Otro componente que fácilmente se vincula con la filmografía del director neoyorquino es el final, agridulce, ambiguo, ni tan bueno ni tan malo, como el de Halloween (1978) por ejemplo. Prince of Darkness resulta ser un film clásico de terror, con sus buenos sustos, con el Diablo que quiere regresar para implantar un reinado de oscuridad, una iglesia, un cura y un científico que lo quieren evitar. Y muchos jóvenes que pueden ser sacrificados en el medio. La música, el manejo de cámara y el talento de Carpenter elevan a la película sobre la media del género.