Es imposible no ver en The Sting (1973), en castellano El Golpe, la piedra basal de otras producciones y series que también retratan a un grupo de engañadores. Dirigida por George Roy Hill, obtuvo el Oscar a Mejor Película. En el elenco se destacan Robert Redford y Paul Newman.

Por Nicolás Bianchi

Antes que House of Games (1987), aquella atrapante realización de David Mamet, o, en el cine argentino, de Nueve Reinas (2000) o la popular serie Los Simuladores (2002), The Sting sigue a un grupo de personajes que perfecciona el engaño como si fuera un arte, y lo combina con otras actividades como la actuación, la escenografía o la investigación como si se tratara una operación de inteligencia.

Todos esos componentes, tan presentes en las obras mencionadas, están aquí. En principio Johnny Hooker (Robert Redford) es un estafador de poca monta que junto con su colega Luther (Robert Earl Jones) dan, por casualidad, con un gran botín. La víctima del engaño, realizado al azar, es mensajero de un poderoso mafioso, y el puñado de dólares que la pareja pensaba obtener se convierte en miles. Y en un gran problema también.

Johnny vive al día y lo que gana lo arriesga en mesas de juego, o lo gasta en la noche y mujeres, pero esta vez lo que sucede se va de su alcance. Como represalia el capo irlandés Lonnegan (Robert Shaw) los rastrea, asesina a su amigo Luther y pone su vida en peligro. Además, a la caza del simpático timador se une el policía Snyder (Charles Durning), enfadado luego de recibir una coima con billetes falsos.

Como salida, y como venganza también, Johnny se conecta con Henry Gondorff (Paul Newman), otro estafador pero de escala mayor, de esos que dan pocos pero grandes golpes. El plan de ambos apuntará a engañar al mafioso Lonnegan con el propósito tanto de ganar una gran suma de dinero como de compensar la muerte del amigo de Johnny. Que los personajes no solo busquen la retribución material es lo que convierte a delincuentes en personajes queribles, según propone la película.

The Sting se podría clasificar dentro del ‘cine de evasión’, porque si bien la acción sucede en los años 30, tiempos de crisis económica en Estados Unidos y buena parte del mundo, no hay ningún tipo de comentario sobre la historia ni la actualidad. Ni siquiera está claro que los personajes sean marginales impulsados al delito por falta de oportunidades. Simplemente son buscavidas que intentan sostenerse a partir de engaños menores, hasta que el destino les cambia los planes.

Más allá del ajuste de cuentas con Luther, el tono del film está volcado hacia el entretenimiento liviano y la historia de Johnny se sigue como si fuera una aventura escrita en un libro. De hecho la película está dividida en capítulos que están introducidos mediante páginas ilustradas que se despliegan en la pantalla. En el plan de Johnny y Henry están contenidas la mayoría de las artimañas que películas y series luego retomaron en distintas oportunidades. Son, sin dudas, los primeros simuladores.

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