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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
7
Drama La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)

3 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Happy end (2017), por ahora la última película del director austríaco Michael Haneke, se centra en los Laurent, una familia de la alta burguesía francesa que comienza a desmoronarse a partir de la senilidad de su patriarca.

Por Nicolás Bianchi

Es sabido que cuando en los créditos al lado de la leyenda ‘directed by’ aparece el nombre de Michael Haneke el viaje no va a ser fácil. El cineasta austríaco forjó un estilo reconocible en todas sus películas por exponer el sufrimiento, las miserias y bajezas más recónditas de la condición humana. El objeto de atención es, como es usual, la familia burguesa.

En este caso se trata de los Laurent, al tope de la escala social francesa y dueños de medios de producción en Calais, al norte del país. Como nada es azaroso en el mundo de Haneke, la elección de la ciudad debe tener que ver con la gran afluencia de inmigrantes ilegales que hay en el puerto, última parada para muchos antes de ingresar al Reino Unido. Cada tanto Calais es tapa en medios europeos por los campamentos que allí se forman y el maltrato que reciben los africanos y árabes que buscan un mejor porvenir en tierras europeas. Si detrás de las decisiones de los gobiernos está realmente la clase dominante, en Happy end los Laurent pertenecen a esa élite influyente.

Como si fuera un rompecabezas las historias de los distintos integrantes de la familia comenzarán a develarse y cobrar un sentido total. El patriarca Georges (Jean-Louis Trintignant), en el ocaso de la vida, se debate entre la senilidad y su impulso tanático. Por ello la empresa está en manos de Anne (Isabelle Huppert), que tiene todo bajo control menos a su hijo Pierre (Franz Rogowski), cuya negligencia va a llevar a que se produzca un accidente en una gran obra de construcción.

Thomas (Mathieu Kassovitz), hijo de Georges y hermano de Anne, debe hacerse cargo de su hija de 12 años Eve (Fantine Harduin), el personaje más inquietante de la película. En una extraña introducción, que se combina con los títulos de apertura, y fue grabada con un teléfono celular Haneke muestra que Eve tiene una relación muy distante con su madre. Además la preadolescente experimenta con medicamentos psicológicos en un cobayo, su mascota, al que termina matando. Su madre es internada por problemas de salud y ella debe quedar a cargo de su padre, hasta entonces mayormente ausente de su vida.

A su vez Thomas, el progenitor de Eve, está casado en segundas nupcias con Anaís (Laura Verlinden), con quien tienen un bebé de seis meses. Todos los personajes van a empezar a convivir en la fastuosa mansión familiar, donde sus historias van a empezar a interactuar. Porque por más de que se trate de una familia aquí parece que cada uno está por su cuenta, con su propia agenda.

Haneke establece una distancia visual considerable entre ellos y él, por lo tanto nosotros. La introducción, como consta arriba, es vista a través de una pantalla de celular. El accidente en la obra por medio de una cámara de seguridad. Gran parte de las acciones que tienen lugar en la intimidad de los personajes son tomadas con una cámara prácticamente fija, lo que convierte al que lo ve en intruso o voyeur. Lo aleja de los personajes. Miren lo espantosa que es esta gente, parecería decir el director.

Todas las actuaciones son sólidas. En particular se destacan las del veterano Trintignant, cuya última aparición había sido con Haneke en Amour (2012), el trabajo de Huppert y el de la joven Harduin. Happy end es, por ahora, la última película de Haneke. Fue la representante austríaca para los premios Oscar y nominada a mejor película en Cannes 2017. En Argentina se exhibió en el festival Bafici 2018.
El Golo Cine
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