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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
9
Bélico. Aventuras Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra. (FILMAFFINITY)
7 de mayo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
The bridge on the river Kwai (1957) es una brillante película bélica y épica, dirigida por David Lean, que narra la construcción de un puente por parte de un batallón de prisioneros británicos al mando de un despótico coronel japonés. Obtuvo el Oscar a mejor película.

Por Nicolás Bianchi

Bajo un sol abrasador el campo de concentración en el que se inicia The bridge on the river Kwai no necesita de alambres de púas ni barricadas. La jungla supone una barrera letal suficiente para quienes quieran escapar. La misión de prisioneros y carceleros en ese ambiente teñido de muerte es la construcción de un puente sobre un río para que pueda ser atravesado por un tren. La película no está basada en un suceso real pero se inscribe dentro de la Segunda Guerra Mundial en Myanmar, durante el avance japonés en el continente asiático.

El coronel Nicholson (Alec Guinness) es el responsable de un muy numeroso pelotón de soldados británicos que fueron capturados por los japoneses y ahora están a disposición del coronel Saito (Sessue Hayakama). Decir que el inglés es el héroe y el japonés el villano sería una descripción en exceso rudimentaria. Son personajes con valores distintos y argumentos para sus decisiones, aunque ambos estén también atravesados por la locura de las circunstancias en las que se encuentren. En contraste el tercer personaje importante de la película es el estadounidense Shears (William Holden), un veterano prisionero, pragmático, realista y nihilista en comparación a los otros dos hombres fuertes del film.

Saito tiene como misión llevar adelante la construcción del puente. Nicholson está impulsado por valores innegociables, y su primera disputa con el japonés es por el rol de los oficiales en el campamento. Nicholson sostiene que según el derecho internacional vigente no corresponde que los altos mandos realicen trabajo manual. Saito expone que ante el deshonor que significa ser derrotado deberían estar todos muertos, por lo que todos son prisioneros que deben cumplir con las extenuantes jornadas de trabajo. Por su parte Shears solo piensa en escapar y lo consigue al tirarse al río, luego de lo cual es erróneamente dado por muerto.

The bridge on the river Kwai es una película más de personajes que de bandos. No importa tanto (o nada) quién va a ganar o perder la guerra, sino que lo relevante es qué va a hacer cada personaje. La locura es un condimento que atraviesa toda la narración y es resaltada en el final. Las opciones para Saito son cumplir con su misión o suicidarse, lo que lo lleva al límite de sus capacidades. Nicholson es torturado hasta el borde la muerte, una experiencia que lo hace aún más tozudo pero que también lo empuja al borde de la demencia. Shears, por su parte, es el que cometerá el acto de locura más razonado, si se permite la contradicción, cuando sin muchas opciones acepte volver al campamento para intentar volar el puente que allí están construyendo.

La producción de The bridge on the river Kwai fue fastuosa, se filmó en Sri Lanka y, para dar una idea de la dimensión de la empresa, el puente de madera sobre el río que aparece en la película fue mandado a construir expresamente por Lean. Tal esfuerzo logra que todo lo que se ve en la película luzca extraordinariamente vívido y real. El espectador puede sentir, junto a los personajes, el calor pegajoso y agobiante de la jungla.

El film es pacifista, y por lo tanto contrario a la guerra, en el mismo sentido que All quiet on the western front (1930) o posteriormente Apocalypse Now (1979), relatos que construyen un ambiente en el que necesariamente el único destino posible es la tragedia. La tensión que logra el film en las escenas finales es formidable. Sin un parlamento explícito antibelicista, que hubiera sido innecesario, queda claro que ni cuando las misiones se cumplen a la perfección lo que sucede en la guerra es positivo. Todo, allí, es gobernado por la locura.
El Golo Cine
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