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España España · Madrid
Voto de jokinr:
7
Drama Madrid, Domingo de Ramos de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache (Fernán-Gómez) llega a su residencia, la Casa de las Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de Fernanda (Ángela Molina) se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el ... [+]
30 de noviembre de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como artefacto fílmico "Esquilache" funciona. No es una gran película (la producción por ejemplo es pobre y la dirección a veces poco cuidada) pero Josefina Molina consigue al menos que se vea con interés y que nos olvidemos de su origen teatral. Gran mérito en este logro está en las excelentes interpretaciones de casi todo el elenco (dejaremos fuera a Ángela Molina, que no llega a la altura de sus compañeros Closas, Fernán-Gómez, Rivelles, López Vázquez o Concha Velasco). Lo que me interesa destacar, sin embargo, de este título es su intencionalidad política. Su factura es de 1988, año de una huelga general que tuvo un seguimiento abrumador contra las políticas económicas y laborales del PSOE, presidido por Felipe González. Josefina Molina y el productor José Sámano trazan un paralelismo con la España de finales de los años 80, intentando comparar las reformas de Carlos III y Esquilache con las Felipe González y sus ministros (Boyer, Solchaga...), el motín contra el ministro italiano con la oposición sindical a las políticas del gobierno "sociaista" y las intrigas del Marqués de la Ensenada con la ambigua posición ante la huelga de la Alianza Popular de Manuel Fraga; estrategia ésta de los paralelismos entre el pasado y el presente nada nueva en el cine (véase Espartaco, por ejemplo, de Kubrick). Más allá de las distancias que pueda haber entre ambas coyunturas, lo que me parece censurable en la obra de Molina (que, en realidad está ya presente, aunque en mucha menor medida en la de Buero Vallejo), es la superficialidad con que se aborda el hecho histórico del famoso motín; pero sobre todo la interminable ristra de insultos y menosprecios con que se propina, por parte del señor ministro y de su gracioso monarca, al pueblo amotinado, actitud no muy distinta de la que tenían el señor González, sus ministros y sus seguidores políticos hacia los trabajadores huelguistas de aquel lejano ya 14 de diciembre de 1988. Probablemente Molina y Sámano también compartían un visión superficial de la situación de este inolvidable año.
jokinr
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