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España España · Madrid
Voto de jokinr:
6
Drama Año 2007. Jacques Arnault, presidente de la ONG 'Move for kids', planea una gran operación: él y su equipo piensan sacar del Chad a 300 huérfanos, víctimas de la guerra civil, y entregarlos a parejas francesas que han tramitado solicitudes de adopción. La periodista Françoise Dubois los acompaña para cubrir la información. Inmersos en la brutal realidad de un país en guerra, los miembros de la ONG empiezan a desmoralizarse y empiezan a ... [+]
23 de agosto de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me despierta sensaciones contradictorias. Por un lado me gusta la distancia y la asepsia con que está narrada la historia, la falta de compromiso empático respecto a los personajes, el ritmo sostenido de la narración, el guión bien construido, las interpretaciones eficacísimas, la buena producción y la más que correcta fotografía. Todo esto le da fuerza al filme. Pero por otro lado, creo que falla lo que pudiera haber concedido el status de gran película a esta cinta: la dirección. No entiendo bien esa manía que hay en cierto cine francés con aspiraciones artísticas, y aún más en cierto cine belga con esas mismas aspiraciones (a las que se unen las de denuncia social), de empecinarse en un modelo de planificación descuidada (al menos aparentemente) y con trazas de documentalismo “verité”, en parte heredero de los nuevos cines de los años sesenta. El cine, ante todo, es imagen en movimiento. El movimiento lo proporciona la cámara y lo que aparece encuadrado en ella (más el posterior trabajo en montaje), por lo que la tarea de organizar, planificar, diseñar ese movimiento que vemos en una superficie plana es, debe ser, la labor fundamental del director; y el resultado de este trabajo es lo que da entidad cinematográfica a un filme. Y lo que parece ocurrir en estos “Caballeros…” es que el director no ha llevado a buen puerto su cometido. Se tiene la sensación de que la organización de la imagen no existe, de que la cámara va detrás buscando algo qué filmar, algo que simplemente salga en cuadro; de que la puesta en escena de los personajes, objetos, etc. carece de transcendencia plástica o expresiva. Parece además, y esto creo que responde a las exigencias de lo “verité”, de la estética documentaloide, que el trípode es un aparato a evitar, y con él los raíles del trávelin o los carros de rodaje, dando como resultado la típica imagen desestabilizada que no tiene por qué significar forzosamente (a ver si se enteran de una vez ciertos directores) la desestabilización emocional del espectador; más bien, en ocasiones, lo único que provoca es un cierto malestar físico, cuando no un mareo desagradable que impide disfrutar de la imagen. En fin, que el desarrollo de una buena historia queda truncada por una dirección descuidada y sujeta a una noción inadecuada (y a veces simplista) de lo que debe ser la labor de un director de cine.
jokinr
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