Cierto, alguien puede atribuirle a la última película de Yimú un cierto tono sentimental efectista, sobre todo aquellos que olviden que estamos ante una historia de amor. No seré yo quien defienda esta película por este flanco, sería demasiado largo. Sin embargo creo que, si puede caer en ocasiones en este leve defecto, el espectador es altamente recompensado con un buen puñado de estupendos regalos cinematográficos. En primer lugar unas actuaciones impecables, una música hermosa, un guión bien estructurado que va creciendo en intensidad conforme avanza el filme, una ambientación histórica honesta y unos hallazgos de dirección que demuestran que Yimú es uno de los grandes del cine actual y me refiero, entre otras escenas a la final, en que una leve e inesperada panorámica puede resultar más emotiva y eficaz que cien horas de "cabeza caliente" de cualquier otro director de éxito comercial. De momento, de lo mejor que he visto en las pantallas de estreno en el 2012.