He llamado a mi crítica que pena tan grande, porque es esa la sensación tan triste que se te queda al poco de empezar a ver esta nueva y poco interesante propuesta de Netflix.

Este manido argumento de un tipo, que puede ser cualquier cosa menos policía, y se pone a colaborar, más o menos porque sí, y descubre cosas que la Policía (siempre bastante ineptos) es incapaz de descubrir, ya está totalmente amortizado. Con este sistema triunfó la serie el mentalista, después salieron miles de descafeinadas imitaciones donde hemos visto a videntes, escritores, médiums, médicos, magos, personas con trastornos y un largo etcétera de sujetos, más o menos peculiares, que desentrañan crímenes de lo más complicado gracias a sus capacidades. En esta serie, una vez más, nos encontramos con esa situación.
Es este caso Tucci da vida a un criminal condenado a muerte que, arrepentido y con la ayuda de un "Watson" negro de 200 kilos, a la par que horrible asesino, redime su culpabilidad ayudando a descubrir crímenes que, una vez más la policía no es capaz de resolver.

Ahora uno se pregunta ¿Por qué no lo han hecho bien?, no es tan difícil. Ya no tiene remedio porque la serie ya está rodada, pero para próximos intentos como éste, mi consejo es: Vean el silencio de los corderos e imítenlo. Si no se les ocurre nada que tenga una mínima calidad, imiten lo que sí está bien hecho.

La serie arranca con fuerza pero, ya en el primer capítulo, se diluye y desaparece todo el interés. Se convierte en un "castle" cutre con una trama absurda, un guion forzado, unos personajes anodinos y un desenlace, que además de previsible, no te hace conectar con la historia.
Ni siquiera Stanley Tucci está bien. Y eso que es lo mejor de la serie

Ánimo si todavía no la habéis visto y os decidís a verla. Mi recomendación es que vayáis haciendo algo más, mientras (un sudoku, leer, coser...). Así no tendréis la sensación que tuve yo de haber malgastado mi tiempo