Hacía tiempo, mucho tiempo, que, con independencia de la calidad de la película (que en este caso es sobresaliente) ninguna me transportaba dentro de la misma. Porque por un día, por casi dos horas, he estado a bordo del Essex.
Quizás de mas niño, en esa época en donde quizás uno es mas fácilmente impresionable, uno se sumerja muy fácilmente cuando nos cuentan maravillosas historias de marineros, barcos y viajes a donde ningún hombre ha llegado. Pero cuando eso sucede con ya casi 40 años, y te metes literalmente dentro de la historia participando en ella, votando, como uno más, en cada decisión que realiza la tripulación, y en mayor medida, sus oficiales, es que lo que acabas de ver, es oro. De 18 o de 24 kilates (eso lo dejo para los "críticos"), pero al fin y al cabo, oro.
Ron Howard. Suele hacer películas buenas, algunas muy buenas, y con esta se ha doctorado creando magia con esa cámara (con permiso de la excelente "Una mente maravillosa"). Ya en Rush sacó jugo de una historia donde muchos habrían fracasado, porque supo sacar esa parte humana que logra que empatices con los personajes, metiéndote en su piel. E incluso en esta ocasión, cuestionándote que harías tú mismo en esa situación.
Chris Hemsworth es algo mas que un "cara bonita". Una buena actuación, que junto con Benjamin Walker (que está simplemente correcto), provoca eso de lo que llevo hablando en esta crítica. Lo que para mí es el cine. Sumergirte, desconectar de todo cuanto te rodea, y casi sin enterarte, disfrutar del séptimo arte en su esencia.
Cierto es, disfruté en ella en un correcto 3D, que recomendaré para mejor disfrute.
En definitiva, grata sorpresa en un año de sequía de buenas obras.