Muchas veces divago mentalmente sobre los motivos que ocasionan que la vida cambie de un tono rosa pastel al más triste y anodino gris. Situaciones que se presentan por motivos desconocidos, azares de la vida, profecías maléficas que en nuestra fragilidad rompen con lo que entendemos como el objetivo de todo ser humano: La felicidad completa. Nuestras vidas no están exentas de poder experimentar cambios definitivos, teniendo que afrontar de la noche a la mañana trágicas situaciones difícilmente superables. Un tráiler atropella tu alma y lo rompe en mil pedazos. Nada queda, solo un alma desgarrada, un alma perdida.

“Alabama Monroe (The broken circle breakdown)” es un melodrama de gran magnificencia, como los de antes y sin caer en la sensiblería, de esos que te tocan en lo más profundo y dejan huella, además en principio no aparenta esa relevancia en su carga dramática, algo que quizás haga que bajes la guardia. Dirigida de manera inteligentísima por Félix Von Groeningen, miembro de una nueva generación de cineastas belgas, nos muestra lo interesante de éste cine, un cine en el que hay ejemplos que lo confirman como “Hasta la vista”, “Couleur de peau: Miel”, o “Bullhead”.

En un país con variedad idiomática como el belga, podemos comprobar como el cine flamenco, al cual pertenece “Alabama Monroe”, y al igual que el cine europeo en general, también se distingue de las producciones más grandes, generalmente de Hollywood, por su propio discurso, por la temática de problemas sociales o por una autenticidad y “color local” asociada con el país o la región del autor o del director. En resumen, se puede decir que el cine flamenco se caracteriza por su diversidad y su intensa autenticidad.

Dentro de ésta relevante autenticidad se enmarca “Alabama Monroe”. Una película sobre una relación de amor en el tiempo, un Alabama Monroe 1juego de opuestos que se atraen como si de imanes estuviéramos hablando, donde un cantante de bluegrass (variente pura del country) amante de la cultura norteamericana, ateo y de fuertes convicciones (Johan Heldenbergh) se enamora perdidamente de una joven y atractiva tatuadora tatuada. Una idealista y religiosa mujer de carácter con fuertes creencias, y alejada de lo que su hábito refleja. La historia te da y te quita. Te da miel para luego llenarte de sal. Lo bonito de la historia de amor, se vuelve tenebrosa con el problema que inunda a la pareja y su vida. El tráiler hace de la suyas.

La película introduce la música de manera perfecta, siendo una parte relevante del interesante guion, y Von Groeningen da muestras de su bien hacer con un cúmulo de habilidades con la cámara y su producción; además los cambios temporales de la línea argumental y el montaje constituyen uno de los puntos fuertes de la misma. Las interpretaciones son potentes, destacando Veerle Baetens, la guapa y tatuada rubia belga, que lucha por aferrarse a algo con el único fin de dar sentido a su vida y evitar caer a los infiernos. Me interesa también la amplitud idiomática y la riqueza y mezcolanza de la que hacen gala los protagonistas, quienes intercambian el neerlandés con el inglés en ocasiones, de manera espontánea, algo que nos costaría mucho imaginar en nuestro país. La parte que sin embargo me chirría, es la preponderancia en aspectos político/religiosos de la parte final, aspectos en los que puedo estar de acuerdo, pero no en el tono ni en el momento. Además he de decir que hay tramos en los que se me hizo muy duro visionarla.

En definitiva, una soberana película, merecedora de la nominación al Oscar (y posible sorpresa), y ganadora del César a mejor película extranjera, además del premio a mejor actriz para Baetens en los Premios del Cine Europeo que recientemente coronaron a Almodóvar.

Dura e intensa. Difícilmente recomendable, sabiamente degustable.

Valoración: 7,5

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