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Voto de Sergio Berbel:
4
Drama Nadie espera a Amador cuando sale de la cárcel tras cumplir condena por haber provocado un incendio. Regresa a su casa, una aldea perdida de las montañas lucenses, donde volverá a convivir, al ritmo sosegado de la naturaleza, con su madre, Benedicta, su perra Luna y sus tres vacas. (FILMAFFINITY)
14 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que el universo cinematográfico de Oliver Laxe y el mío son netamente incompatibles. Ni “Mimosas” me produjo la más mínima emoción por más proyección internacional que tuviera ni tampoco lo ha logrado la premiada y mucho más que reconocida por todas partes “Lo que arde (O que arde)”.

Sinceramente porque no sé si estamos en presencia de cine de ficción o documental; no sé si pretende contarnos algo o precisamente se centra en la nada de la rutina rural; no sé si su intención final era mostrar la belleza del fuego o condenarla; no puedo entender y me escandaliza que sea tan tibia y comprensiva con el peor tipo de terroristas que conozco, los pirómanos forestales.

Porque eso es lo peor de la propuesta del sobrevalorado Laxe, que no es que me deje tibio, indiferente, me haga mirar el reloj varias veces durante la proyección de su cinta o simplemente me resulte indiferente. Lo grave es que me pone del mal humor y me escandaliza por dos cuestiones que, lejos de producirme la crítica que pretenden, me parece que la edulcoran: la comprensión y simpatía por un monstruo como Amador Arias (que se interpreta a sí mismo), un pirómano que sale de prisión después de intentar asesinarnos a todos mediante un incendio forestal en el corazón de Galicia; y la belleza sublime de sus planos en torno al incendio, intentando (aunque sea sin quererlo) convertirlo en un espectáculo visual de primera magnitud cuando estamos en presencia del peor de los genocidios posibles, porque nos está asesinando a nosotros y a las generaciones futuras de una sola vez y con un único acto.

La historia, apática y minimalista donde las haya, versa en torno al regreso del anteriormente citado Amador Arias a la casa de su anciana madre, Benedicta Sánchez (igualmente haciendo de sí misma en esta convergencia entre cine y documental que propone Laxe), tras haber cumplido pena de prisión por haber incendiado el bosque. Vuelve ante las miradas fijas y penetrantes de sus vecinos, que demasiado bien lo acogen para el delito tan grave que lleva a sus espaldas. Y, con su regreso, Oliver Laxe nos aburre sobremanera mostrándonos el anodino día a día de un solitario caserío rural gallego, donde el tiempo corre más lentamente y los acontecimientos no tienen lugar.

Visualmente, destaca su inicio y su final, pero disiento profundamente del efecto que ambas proyectan en el espectador, que queda fascinado por lo estético y quizás no llegue a entender la magnitud del drama que denuncia.
Sergio Berbel
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