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Voto de Sergio Berbel:
6
Drama Londres, en la década de los 1950. Williams es un veterano funcionario enterrado bajo el papeleo de la oficina mientras la ciudad se reconstruye después de la II Guerra Mundial. Al recibir un demoledor diagnóstico médico, vacía su cuenta de ahorros y se dirige a la costa. Se promete hacer de sus últimos días un tiempo significativo, pero se percata de que no sabe cómo hacerlo. Después de que un misterioso desconocido lo lleve a la ... [+]
19 de julio de 2023
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El resultado del experimento fílmico es correcto, pero no memorable. El (inexplicable) Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro, guionista de “Living”, decide reescribir el clásico de Akira Kurosawa “Vivir (Ikiru)” para adaptar esa emotiva historia en la misma década que en la cinta original, la de los años 50, pero trasladando la acción de la Japón primigenia a Inglaterra en este remake. El resultado final es una bonita película, quizás demasiado bonita, que emociona menos de lo que promete pero que supone una experiencia acertada en su visionado.

Destacan dos elementos por encima del resto que la convierten en interesante: la esteticista y maravillosa dirección de Oliver Hermanus y, sobre todo y por encima de todo, el soberbio trabajo de su actor protagonista, Bill Nighy, en la mejor interpretación de su carrera. Fuera de la conjunción de ambos ingredientes, el film resulta ser un tanto flojo.

Se nos cuenta la historia de un anciano y aburrido funcionario del Departamento de Urbanismo de Londres al que detectan una enfermedad terminal y le dan apenas nueve meses de vida. Incomprendido por su hijo y su nuera en casa, decide vaciar su cuenta bancaria y aprender a vivir disfrutando, cosa que no había hecho jamás. El espectador acompañará al anciano de la mano en ese camino hacia el descubrimiento de una vida placentera que se nos es negada por el sistema capitalista que nos atrapa y nos esclaviza convirtiéndonos en meras piezas de una máquina de la que no podemos salir.

Y eso que cuenta, lo cuenta muy bien, pero… poco más, dejando además la cinta un cierto aroma a optimismo filántropo comprado al por mayor bastante innecesario en algunas de sus escenas.

Sobresaliente, insisto, la dirección de fotografía de Jamie Ramsay y muy eficaz (a veces demasiado) la partitura original de Emilie Levienaise-Farrouch. Eso sí, la ambientación de la Londres de los años 50 es tan portentosa como sus créditos iniciales, que parecen sacados de una película de Alfred Hitchcock.
Sergio Berbel
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