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Voto de Sergio Berbel:
10
Comedia. Intriga California, año 1970. A Doc Sportello, un peculiar detective privado de Los Ángeles, le pide ayuda su exmujer, una seductora "femme fatale" debido a la desaparición de su amante, un magnate inmobiliario que pretendía devolverle a la sociedad todo lo que había expoliado. Sportello se ve envuelto así en una una oscura trama, propia del cine negro. Adaptación de la novela homónima de Thomas Pynchon publicada en 2009. (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta el estreno de “Puro vicio”, todas las películas del dios del cine planetario, Paul Thomas Anderson, habían tenido guiones originales suyos (con la única excepción de “Pozos de ambición”). Ocurre por segunda y última vez (por el momento) en su filmografía con “Puro vicio”. Estamos ante la adaptación de una obra literaria de imposible traslación a imágenes del siempre complejísimo Thomas Pynchon, eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura. En este caso, su novela negra “Vicio propio”. Estamos, por tanto, ante la conjunción de dos genios artísticos, ninguno de los dos sencillos, porque la literatura de Pynchon pervive muy lejana al universo cinematográfico de Anderson y, sin embargo, por alguna extraña conexión azarosa, el milagro concurre y ambas obras se encuentran en un lisérgico punto común.

“Puro vicio” es, además y como no podría ser de otra forma siendo de PTA, un festín para los sentidos porque dirige el mejor entre los mejores, y visualmente es otra lección magistral de cómo expandir la caligrafía cinematográfica más allá de sus fronteras naturales, un elixir para los sentidos procedente de un dios insuperable como Paul Thomas Anderson que elevado la calidad del cine de forma definitiva. Ojo al plano secuencia de la escena en el sofá porque, una vez más vivida que vista, no la vas a olvidar jamás.

El virtuosismo es el de siempre, la ampulosidad y solemnidad en el movimiento de la cámara es la de siempre, aunque mucho más modesta en intenciones en esta ocasión, los planos secuencia elaborados hasta la perfección enfermiza son pocos pero los de siempre, el no recurrir al montaje acelerado propio de nuestro tiempo es el de siempre… Es Paul Thomas Anderson, es imposible pedir más porque, sencillamente, no lo hay. Ni más ni mejor.

Y todo ello a pesar de la complejidad de la traslación del guión. Primero porque la novela en la que se basa es ciertamente inadaptable y a ratos ininteligible (es más, a partir de un cierto momento, Paul Thomas Anderson apuesta mucho más por los personajes que por la trama, de la que parece desentenderse, para suerte del espectador, que prefiere dejarse llevar por los diálogos que se van sucediendo más que por su argumento). Después, porque el género negro no acaba de casar con las formas de Anderson, más necesitado del drama psicológico. Mi adorado dios del cine moderno está hecho para dramas absorbentes, barrocos, imposibles y desgarradores, no para el thriller, a pesar de su soberbia ópera prima titulada “Sydney (Hard eight)”. En tercer lugar, porque el tono cómico por el que transita la cinta a lo largo de su metraje resulta un tanto ajeno al espíritu torturador y torturado de Anderson, pero funciona, extrañamente funciona y mucho, como ocurriera con la reinvención maravillosa de la comedia romántica que logró en “Embriagado de amor”.

“Puro vicio” es cine negro afortunadamente distinto, chistoso, para consumir como siempre están sus personajes, emporrados, como buenos californianos hippies de los años 70, siempre colocados en sesión continua. Si Paul Thomas Anderson nos retrata las tres primeras décadas del siglo XX en los USA como nunca nadie antes en “Pozos de ambición” y la América de los años 50 en “The Master”, “Puro vicio” es su personal acercamiento a la década de los 70 con, por suerte para mí, una estética setentera que hunde sus raíces en la caligrafía visual de la mejor década de la historia del cine.

Llega un momento de la cinta donde el estilo de Anderson es tan perfecto, es cine tan sublime y embelesa de tal forma los sentidos, que decides que no te importa perderte en sus sucesivos giros de guión demasiado complejos y dedicarte a ver planos magistrales insuperables entre diálogos divertidísimos.

Por supuesto, interpretaciones y música siempre son piedra angular del cine del gran genio de nuestro tiempo. En ambas cuestiones, “Puro vicio” es portentosa: tanto la interpretación entregadísima de Joaquin Phoenix (en la segunda colaboración consecutiva con PTA tras “The Master”) como la belleza perturbadora, enigmática e irresistible de la inmensa Katherine Waterstone, chica hippie de ensueño en la cinta y en la realidad, que eleva el film hacia cotas insospechadas. Nadie sale indemne de la presencia de Katherine Waterstone ante la cámara de PTA.

En cuanto a la música de su (por suerte para el mundo) inseparable Jonny Greenwood, un portento de simbiosis con las hipnóticas imágenes de Paul Thomas Anderson, como siempre y para siempre.
Sergio Berbel
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