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Voto de Sergio Berbel:
5
Drama Pascual Duarte es un campesino español, cazador furtivo, reclutado a la fuerza en la guerra de África, pobre, huraño, poseído por la mala suerte que se manifiesta a través de sus largos silencios y sus miradas que se pierden en el vacío. Al igual que miles, tal vez millones de españoles de la época, Duarte vive rodeado de una violencia estructural que poco a poco se adueña de él hasta sus actos más mínimos. Así, Pascual Duarte, ... [+]
25 de mayo de 2021
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No puedo ni imaginar el impacto de la aparición de “La familia de Pascual Duarte” en el páramo cultural y literario en un blanco y negro asfixiante de la sociedad de 1942. Si a día de hoy aún mantiene esa capacidad para helar la sangre del lector que lleva cientos de novelas a sus espaldas y muchas violencias vividas personal, literaria o cinematográficamente, aquella sociedad en escala de grises, triste e imposible, debió quedar trastornada por la aparición de una novela que tiene todos los elementos para convertirse en clásico instantáneo, como es y siempre lo será, de obligatoria lectura.

La pena es que un casi imberbe aún Ricardo Franco (autor que ha marcado mi vida y la de otros muchos con sus dos últimas películas, obras maestras absolutas, “La buena estrella” y “Lágrimas negras”) no supiera sacarle partido en 1976 en su adaptación cinematográfica. Cinta demasiado hija de su época, a pesar de algunos aciertos, sobre todo y por encima de todo el que tiene que ver con la violencia expresa en pantalla, que la despoja de toda tentación esteticista propia del cine de género norteamericano para mostrarla con toda su crudeza y sequedad. Un tratamiento de la violencia mucho más cercano al de “Tarde para la ira” de Raúl Arévalo que a “El Padrino” de Francis Ford Coppola. Una violencia primitiva, atávica, ruda, áspera, polvorienta, seca y descarnada, y que acaba siendo el gran y único acierto de la cinta.

Así como la interpretación de su actor protagonista, José Luis Gómez, que mereció con toda justicia el premio interpretativo en el Festival de Cannes de aquella edición por su entrega en sostener un personaje demasiado estereotipado y sobre el que muy pocas cosas se explican en la cinta.

Porque ese el gran, el enorme, defecto de la película de Ricardo Franco: dar por supuestas demasiadas cosas pensando quizás que el espectador ya ha leído la novela primigenia y dejar casi todo sin explicar. Pocas cosas de las que ocurren en pantalla tienen lógica en el guión de la película, que se queda coja, deslavazada y desnortada por haberse reducido a una mera acumulación de anécdotas violentas en torno a la figura de Pascual Duarte sin haber transmitido adecuadamente sus antecedentes o consecuencias.

Por lo demás, la cinta, de forma paralela a como lo hace la novela, nos adentra como pocas (en la línea de “Los santos inocentes” de Miguel Delibes espléndidamente, ésta sí, traducida al cine de forma magistral por Mario Camus) en la miseria del mundo rural, en el primitivismo atávico de unos personajes con el destino predeterminado y bañado en sangre, con la pobreza urdiendo salidas imposiblemente felices, con lo elemental de la falta de educación y todo lo necesario para el alma humana, cercanos a la barbarie siempre latente como salida a todos los conflictos, a merced de las pasiones primigenias y una forma de vida inevitablemente asalvajada.

En un mundo marcado por la venganza y el odio, Pascual Duarte nació en una familia pobre que habitaba en un rincón perdido de la mano de Dios en mitad de la más seca y árida Extremadura. Con un padre de vida disoluta ausente, una madre árida, seca y hosca incapaz de transmitir sentimientos a nadie ni por nadie (personaje de la novela impagable que está maltratado en su traslación cinematográfica hasta quedar en nada), ni tan siquiera a sus hijos, Pascual Duarte sólo cuenta con el calor de su hermana Rosario, dado que la película, de forma inexplicable, decide prescindir de un motor básico para entender las motivaciones de Pascual Duarte, su hermano Mario, nacido gravemente discapacitado y condenado a una no vida imposible. La vida sentimental que la vida le va a ofrecer tampoco le otorgarán salida hacia la felicidad por parte alguna.

Su biografía estará marcada por todo tipo de desgracias y malas decisiones que culminarán en una condena a muerte mediante garrote que hubiera merecido un film a la altura de las circunstancias.
Sergio Berbel
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