El cine de María Ripoll nunca defrauda. Ni cuando estamos en alguna de sus grandes películas ni cuando estamos ante una de sus obras menores, como en el caso de “Vivir dos veces”, que pudiera parecer simplemente una road movie familiar tragicómica más pero que ofrece algunos matices a los que no llega la media de este tipo de comedias, a pesar de caer en algunos lugares comunes.

Seguramente “Vivir dos veces” permanece en tu recuerdo más por el inmenso trabajo actoral de su elenco artístico que por otra cosa. Porque esta desventura de un Óscar Martínez (el abuelo que fue profesor universitario de matemáticas y ahora con Alzheimer), su sufrida hija visitadora médica (inmensa Inma Cuesta) y una nieta con una discapacidad y un maravilloso desparpajo impropio de su edad (espectacular Mafalda Carbonell, sin duda lo mejor que ha creado Pablo Carbonell en toda su vida), a la búsqueda del antiguo amor del abuelo antes de que todos sus recuerdos se borren definitivamente, suena sobre el papel bastante peor de lo que acaba resultando, porque María Ripoll en la dirección y María Mínguez en el guión dan dignidad y coherencia a esta comedia familiar con enjundia, que también se beneficia de la espléndida fotografía (sobre todo en paisajes de barracas valencianas) de Nùria Roldos.

También es cierto que le sobran o le fallan estrepitosamente algunos de sus personajes, sobre todo el cargante marido de Inma Cuesta, un sobreactuado Nacho López, al igual que cae en algunos lugares comunes propios de la comedia que debieran haber sido evitados (la escena de la boda), pecados graves pero que no alejan las ganas de recomendar este film.