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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Leonor (Anna Castillo) quiere marcharse de casa, pero no se atreve a decírselo a su madre. Estrella (Lola Dueñas) no quiere que se vaya, pero tampoco es capaz de retenerla a su lado. Madre e hija tendrán que afrontar esa nueva etapa de la vida en la que su mundo en común se tambalea. (FILMAFFINITY)
29 de enero de 2021
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine andaluz, en el mejor momento de su historia sin duda alguna, que había cedido el drama intimista al catalán para centrarse en su capacidad absoluta insuperable para el noir, quiere reivindicarse también en el drama minimalista con una excelente película, “Viaje al cuarto de una madre” de la directora sevillana Celia Rico.

En su ópera prima, la andaluza demuestra que, para lograr una obra sensible sobre las relaciones familiares entre una madre y una hija solo hace falta inteligencia, porque no tiene que pasar nada extraordinario, no se necesitan grandes decorados, ni diferentes localizaciones, ni gran cantidad de personajes. Basta con ser sensibles y honestos y crear planos fijos en la intimidad de su pequeña vivienda.

Todo en la apuesta de la sevillana es minimalista y en su austeridad y sencillez está su acierto más notable: una película rodada prácticamente, insisto, en planos fijos estáticos, que apenas sale de las paredes del piso en el que conviven madre e hija, casi con solo dos actrices a lo largo de todo su metraje (portentosas ambas, a cual mejor, Lola Dueñas y Anna Castillo, inconmensurables la una y la otra, porque son dos actrices inmensas sin techo conocido en su progresión), y con un guión donde no ocurre nada extraordinario sino simplemente ver pasar la vida misma, ni más ni menos.

“Viaje al cuarto de una madre” nos cuenta lo difícil que es rehacer la vida para una madre y una hija que han perdido a marido y padre, respectivamente. Un tema tabú sobre el que no se habla y del que se aparta la mirada cuando recae sobre algún objeto del difunto. Tienen que salir adelante y solo se tienen la una a la otra. Pero… viven en un pueblo pequeño, la hija se asfixia sin salidas ni perspectivas y quiere irse a trabajar a Londres de “au pair”. La madre teme entrar en una soledad definitiva si la hija se marcha.

Planos fijos en apenas tres habitaciones, una cocina y un baño que tiene la casa, conversaciones de mesa camilla entre madre e hija (es literal, la mesa camilla como metáfora de todo, cuando está y cuando no), recuerdos omnipresentes que hacen irrespirable un piso que era de tres y ahora tiene que ser de dos por fuerza, la falta de perspectivas laborales y vitales para la juventud de este país, el síndrome del nido vacío... todo está pulcramente expuesto sin subrayados excesivos ni dramatismos innecesarios, dejando transcurrir con el pausado ritmo de lo ordinario, de la vida misma.

Lola Dueñas, siempre una profesional intachable y modélica, conforma un personaje de madre magnífico, soberbio, sobre el que solo se eleva Anna Castillo como hija, en un recital interpretativo maravilloso cargado de verdad, de coherencia, de madurez, de saber ser consecuentes, de generosidad, de atrevimiento.

Anna Castillo es la actriz que más y mejor ha crecido en este país. Comenzó de forma bastante discutible su filmografía, pero ha sabido evolucionar, madurar, dar pasos al frente y ha logrado convertirse en una de mis favoritas partiendo de cierta manía inicial que confieso que le tenía. lo cual tiene aún más mérito. Si continua con la progresión que viene ofreciendo, este país será de Anna Castillo en breve, si no lo es ya. Su interpretación de Leonor en esta película es “cum laude”, lo mejor de una cinta cargada de virtudes.
Sergio Berbel
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