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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Libremente inspirada en la vida de la actriz Sandra Mozarowsky (Claudia Traisac), fallecida en 1977 al precipitarse desde la terraza de su casa de Madrid, la historia se centra en el día previo al accidente, en la que la soledad, los miedos y la angustia de Sandra ante una situación desesperada se mezclan con sus sueños y ambiciones.
4 de abril de 2024
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se conjugan varios elementos para convertir a la (aparentemente) modesta “La última noche de Sandra M.” en una experiencia fílmica sobresaliente. La película del artesano Borja de la Vega te atrapa, te conmociona, te tiene aferrado al sillón y te descoloca en numerosas ocasiones. Las razones son varias:

1 La riqueza del guión del propio cineasta que, de manera valiente, nos introduce en las miserias de cierto personaje de rancio linaje monárquico famoso por sus fiestas, su apetito sexual y sus múltiples romances. Borja de la Vega no desliza en ningún momento su nombre, pero no hay que ser Albert Einstein para deducirlo. La incontinencia sexual de cierto recién llegado jefe de estado en 1977 fue mucho más allá de lo permisible e implicó a una joven de 17 años, a la que dejó embarazada y que misteriosamente murió al caer desde la terraza del piso de sus padres en el que vivía una noche de Agosto de 1977 cuando estaba sola.

2 La interpretación portentosa que resulta francamente inolvidable de la actriz Claudia Traisac. Hacía tiempo que no veía semejante capacidad para echarse a sus jóvenes hombros una película, protagonizar todas y cada una de sus escenas y ser capaz de transmitir con idéntica genialidad brillantez, candidez, soltura, rabia, miedo, frustraciones, tristeza, inteligencia para saberse abrumada… El recital de Claudia Traisac es antológico y de los que marcan época. Una actriz que no podré olvidar jamás tras ver este film.

3 El uso de las convenciones propias del terror psicológico para conformar una denuncia política. En ambos derroteros la película triunfa por la puerta grande, dejándonos prendidas en la retina algunas escenas que permanecerán en nuestra memoria de forma indeleble. La terrorífica soledad de una joven de 17 años que se ha cansado del cine de destape y trata de salir de semejante trampa; que guarda en secreto un embarazo de cuatro meses del que sólo tiene conocimiento su mejor amiga (espléndida también Georgina Amorós, protagonizando ambas una escena que es pura magia cinéfila); que es aterrorizada por el aparato del Estado que se ceba contra ella para que no continúe con un embarazo que puede tener consecuencias para la política estatal… Todo medido y trenzado de forma magistral haciendo al espectador compartir el desasosiego que vive la propia chica.

4 La maestría de integrar la historia en un único espacio, la casa de sus padres donde habita Sandra, obteniendo el cineasta una riqueza de planos infinita con tan limitadas posibilidades y logrando acrecentar la sensación claustrofóbica que vive su joven protagonista. Su modestia presupuestaria y de metraje es virtud y jamás defecto.

5 Su escena onírica, ciertamente antológica y guinda de un pastel exquisito que me ha sorprendido mucho más allá de lo esperado y donde brillan especialmente tanto la dirección de fotografía de Martín Urrea como la brillante partitura musical de Marc Durandeau.
Sergio Berbel
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