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Voto de Sergio Berbel:
9
Western 1850. Los hermanos Charlie y Eli Sisters viven en un mundo salvaje y hostil, en plena fiebre del oro. Tienen las manos manchadas de sangre, tanto de criminales como de personas inocentes. No tienen escrúpulos a la hora de matar. Es su trabajo. Charlie (Joaquin Phoenix), el hermano pequeño, nació para matar. Eli (John C. Reilly), sin embargo, sueña con llevar una vida normal. Ambos son contratados por el Comodoro para encontrar y matar a ... [+]
15 de noviembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Audiard es para mí uno de los grandes nombres de la cinematografía actual. Su filmografía es totalmente básica para quien suscribe estas líneas. A él debemos obras maestras como “De latir mi corazón se ha parado”, “Un profeta” o la hipnóticamente maravillosa “De óxido y hueso”, película que idolatro desde que me enamoré de ella y de Marion Cotillard el día que la descubrí en una sala de cine. Por supuesto que “Los hermanos Sisters” no está a esa altura inmortal, pero ello no obsta para que sea un peliculón con todas las de la ley, un western antológico difícilmente superable lleno de coherencia, honestidad, sentido hipnótico del relato y verdad.

Queriendo hacer suyo ese aire melancólico de “Sin perdón” de Clint Eastwood, con ciertos destellos humorísticos de nivel herederos de la mismísima “Dos hombres y un destino” de George Roy Hill, estética de “Valor de ley” de los Coen, tono épico de narración de pioneros en tierras americanas heredado directamente de “Pozos de ambición” de mi Paul Thomas Anderson (ha reverberado una de mis películas de referencia varias veces durante su visionado) y un homenaje expreso en su última escena a “Centauros del desierto” de John Ford, Audiard ha amalgamado todas esas influencias para legarnos un neowestern crepuscular espectacular en su primera incursión en terrenos norteamericanos.

La historia de dos cazarrecompensas contratados por el rico Comodoro de Oregón para dar caza a un hombre que le ha robado, que a su vez está siendo buscado por otro delegado del Comodoro para tratar de localizarlo y entregarlo a los dos hermanos ejecutores supone de facto una singladura de nivel y una película de corte épico y de profundidad superior a la que pudiere parecer a simple vista.

Para ello, Jacques Audiard no se anda con chiquitas y elige para encarnar al hermano sensato a John C. Reilly (solvente en grado máximo como siempre) y para el desquiciado, cómo no, a Joaquin Phoenix, dueño y señor de las enfermedades mentales ante la cámara, legándonos otra interpretación antológica (una más).

Más allá del simple western crepuscular, la película incide en la relación entre los hermanos, en la dura herencia que una infancia imposible deja en la personalidad humana, en sus deseos y aspiraciones bien distintas para cada uno de ellos… una road movie sobre caballos a lo largo de buena parte de la geografía propia del western. Un hermano aporta la razón, el otro la carga violenta, ambas visiones se confrontan ante el espectador que tiene que tomar partido necesariamente.

Y todo ello bañado por una capacidad en la creación de imágenes (especialmente en las nocturnas, y ojo a la primera escena, una lección magistral de cine de lo mejorcito que he visto en los últimos tiempos) antológica por parte del director francés, un alarde de estilo solo apto para superdotados, un baño de gran cine sin paliativos, donde lo visual importa lo mismo o más que lo que se cuenta.

Se nos ofrece con un cierto baño nihilista-pesimista totalmente lúcido esta obra maestra, porque uno de sus protagonistas perseguidos por los hermanos Sisters pretende fundar una sociedad perfecta en aquellas demarcaciones sin ley ni concierto, y la película desmonta con saña dicha posibilidad para hacernos ver que, allá donde la codicia aparece, la civilización se extingue. En definitiva, otro peliculón del genio francés.
Sergio Berbel
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