El principal problema de buena parte del cine político, especialmente del que se ha puesto de moda en los últimos años, que suele presentarse como una especie de documental periodístico de investigación, es que maneja unos códigos que no siempre funcionan en la narrativa cinematográfica. Son demasiados datos, demasiadas caras, muchos nombres, situaciones y saltos cronológicos y espaciales. Puede que para aquellos que estén muy familiarizados con el tema que se trata en cada ocasión las cosas resulten interesantes, y supongo que el trabajo de documentación, guionización y montaje exigirá un trabajo ingente. Pero tal vez se está perdiendo un valor que nunca debería perderse de vista, la simplificación. A menudo, la capacidad de síntesis que presentan estas películas es, sencillamente, nula y, como es lógico, el inicial interés acaba convertido, en el mejor de los casos en confusión y, en el peor, en puro aburrimiento. Creo que ese es el principal problema de "Syriana", y de tantas otras películas de temática similar. En el cine, la navaja de Occam también funciona y hacer que las cosas resulten muy complicadas no añade ningún valor, más bien al contrario. Para transmitir un determinado discurso, lo peor que podemos hacer es irnos por ramas secundarias que con frecuencia no conducen a parte alguna. Claro está, todo esto es mucho más fácil de decir que de hacer, y simplificar una historia compleja sin caer en el simplismo más banal no es cosa baladí. Por eso, "Syriana" me parece una película interesante en su planteamiento, pero fallida en su resultado. Es como el lado menos comercial, más serio, de un asunto también tratado por “La sombra del reino”, obra con la que comparte algunos intérpretes. En suma, una película sobre fanatismos y motivaciones varias relacionadas con la trastienda del poder, pero bastante falta de emotividad. Al fin y al cabo, nos movemos por sentimientos mucho más de lo que estamos dispuestos a reconocer, y creo que esa es la principal carencia de la película.