Una de las películas que más presentes he tenido porque la vi con apenas 8 años en la pantalla grande. Y fue toda una experiencia que no solo impactó a la chiquillería, sino a adultos de todo género y condición. Se mitificó, se le rindió culto hasta convertirse para algunos frikis en, literalmente, una religión. Lucas revolucionó no sólo el género espacial, sino la fantasía cinematográfica y la industria del cine en general. Los personajes de la saga de ‘Star Wars’ pasaron a formar parte de una especie de santoral galáctico que nos ha acompañado desde entonces.

Hace años que no la veía y, la verdad, la he seguido disfrutando con simpatía y cierta añoranza. Es una apañada aventura galáctica con excelentes aportaciones escenográficas y tecnológicas, pero también pienso que dista de ser una gran película. Por la endeblez de algunos de sus personajes, por la acumulación de tópicos, por las evidentes lagunas narrativas que contiene, por el exceso de ingenuidad/cursilería, rayana en el infantilismo, de determinados momentos. Pero sigue siendo un fenómeno sociológico, económico y visual, y su influencia ha sido una de las más penetrantes de la historia del cine. Frikadas aparte, sigue funcionando muy bien como entretenimiento y hay que reconocer la genialidad que se marcó George Lucas hace ya la friolera de 34 años. Tanto es así, que me voy a meter las otras dos secuelas de una tacada.